San Casimiro,
lirio de virginal pureza en medio de las frivolidades de la corte, es como dice
la oración, un modelo de fortaleza contra las seducciones del mundo.
Nace el 3 de
octubre de 1458 en el castillo de Wawel, en Cracovia. Su ánimo lo modeló Isabel
de Austria, santa y religiosísima princesa. De ella aprendió la oración, la austeridad
de la vida, la mirada sobrenatural y de fe.
Príncipe de
Polonia, hijo segundo del rey Casimiro IV y de Isabel de Hungría, tuvo una vida
breve y hecha de esperanzas que humanamente no llegaron a cuajar. Es el
príncipe de las grandes promesas que se resuelven en nada, el joven a quien una
muerte prematura parece convertir en un ejemplo truncado.
En 1471 hubo
un intento de que se le coronara rey de Hungría, pero no pudo ser, más tarde
fue virrey de Polonia durante la ausencia de su padre, en 1483 le proponen el
matrimonio con la hija del emperador Federico II, y ahora es él quien se niega
a aceptar, y muere tísico a los veintiséis años. Se le enterró en Vilma y los
milagros en torno a su sepultura hacen en 1602 sea nombrado patrón de Polonia.
Todo en
Casimiro está solamente esbozado o es infructuoso, todo da la sensación de
inacabado, como si la Providencia interrumpiese y frustrase cada uno de sus
proyectos o ilusiones. Y sin embargo, la Iglesia, que no atiende a los frutos
visibles, a los logros, ni a la duración de las cosas, nos señala su figura
como una imagen arquetípica del príncipe cristiano.
San Casimiro |
San Casimiro
trabajó incansablemente por extender el cristianismo en Polonia y Lituania. Sin
duda su intercesión desde el cielo mantiene estas naciones firmes en la fe, a
pesar de grandes dificultades.
San Casimiro
alecciona sobre el buen uso de las cosas que salen mal. Carreras, nobles
ambiciones, objetivos, todo puede torcerse, pero ¿y cuándo lo que se estropea
es la propia vida? Entonces es más difícil aceptarlo, porque no queda nada a
que agarrarse. El dilema está en la desesperación o en la fe, en no consolarse
del éxito inasequible, que ingenuamente identificábamos con nosotros mismos, o
en procurar tan solo la calidad del amor de Dios.
A los 120 años
de su enterramiento fue abierta su tumba y encontraron su cuerpo incorrupto,
como si estuviese recién enterrado. Ni siquiera sus vestiduras se habían
dañado. Sobre su pecho encontraron una poesía a la Virgen María, que él había
recitado frecuentemente y que mandó que la colocaran sobre su cadáver cuando
fuera enterrado: “Cada día alma mía, dí a María su alabanza. En sus fiestas la
honrarás y su culto extenderás…”
Fruto maduro
para el cielo, san Casimiro murió a los veintiséis años de edad, después de
recibir todos los sacramentos de la Iglesia, el 4 de marzo de 1484. Fue sepultado
en la iglesia de Welmes, capital de su ducado. Su tumba floreció con los
milagros y fue canonizado por san Pío V. Su fiesta la extendió a toda la Iglesia
Paulo V.
Publicado en Cuenca, 4 de
marzo de 2020 y el 4 de marzo de 2024.
José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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