Este memorable
santo empieza por sorprendernos en el nombre, hoy no pondríamos a nuestros
hijos en nombre de una alegoría de la virtudes teologales. Conocemos algo de su
vida por san Gregorio Magno que lo incluye en su cuarto libro sobre Diálogos.
San Esperanza
fue un monje fundador de un monasterio próximo a la ciudad de Nursia, abad del
cenobio, hombre piadosísimo y de gran serenidad que sufrió sin una palabra de
impaciencia o desconsuelo la desgracia de ser ciego durante cuarenta años.
El Santo
cuanto más se veía falto de la corporal luz, tanto más suspiraba por la luz
espiritual y divina que jamás le faltaba, porque la buscaba humildemente; y así
experimentando la falta de visión en sí mismo, tenía consuelo y alivio del
Espíritu Santo en el corazón.
Después de
tanto tiempo recobró la vista y Dios le mandó que visitase los monasterios
vecinos predicando a los monjes, para que se viese que el Señor, que le había
devuelto al luz, le convertía en instrumento para que los demás le recibiesen
en los ojos del alma.
A su regreso,
tras haber recibido la Eucaristía, murió cantando salmos con la comunidad, y
vieron salir el alma de su boca en forma de una paloma blanca que, volando por
el oratorio rompió el techo y se perdió en las alturas.
Es de ley
decir que San Esperanza es el santo Job cristiano que no pide cuentas a Dios
por su desdicha, y que sólo ve en la adversidad una misteriosa prueba de amor
que no puede entenderse, pero que es sensible a su experiencia espiritual.
Publicado en Cuenca, 28 de
marzo de 2020. Actualizado el 28 de marzo de 2024.
Por José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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