Eufrasia
significa en griego “alegría”, es una de las vírgenes del desierto que ha
pasado a la historia por el talante gozoso con que practicaba sus muchas
virtudes.
Santa Eufrasia
nació en Constantinopla, hija de un senador llamado Antígono, y al morir éste
su piadosa madre, llamada Eufrasia, se trasladó con ella a Egipto, donde
también tenía posesiones, y en un monasterio femenino de la Tebaida la niña que
tenía entonces siete años, se empeñó en abrazar el estado religioso.
Santa Eufrasia |
De allí no
salió más, llevando “una vida santísima y muy áspera”, nos dice un hagiógrafo,
y consagrada a Dios a la edad de doce años, se entregaba a las más severas
penitencias, llegando a ayunar durante toda una semana (por lo cual otra monja
la acusó de ambición e hipocresía, ya que la convivencia en el monasterio no
parece que fuese muy fácil).
Dicen que el
Demonio la tentó de mil maneras, con “sueños importunos”, turbaciones
interiores, malquerencias de otras hermanas, incluso con ataques físicos, para
tratar de dejarla lisiada, arrojándola a un pozo o haciendo que se clavara un
hacha en el pie o cayera en una olla hirviendo.
Eufrasia
vencía siempre al adversario con las armas de la oración, la humildad y la
obediencia, pidiendo para sí los trabajos más ingratos y aceptando con la
alegría que anunciaba su nombre tareas inútiles destinadas a probar su
paciencia, como trasladar pesadas piedras de una parte a otra para luego
devolverlas a su primer lugar.
El Señor se
había prendado de su fiel esposa y hacia el año 410, ocupando la silla de san Pedro
Inocencio I, Eufrasia a los 30 años de edad, coronó su vida con una preciosa
muerte. Todo el mundo que la conoció decía de ella que había sido un ángel
desterrado del cielo.
Ya en vida los
milagros florecieron en torno a ella como sonrisas prodigiosas de Dios.
Publicado en Cuenca, 13 de
marzo de 2020 y el 13 de marzo de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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