San Jerónimo
nos cuenta algo de la vida de esta santa romana que se llamaba Lia o Lea y que
él le da el calificativo de “La santísima Lea.
Lea, etimológicamente
es el femenino de Leonardo, procede del latín y significa “aquella que es fiera
como un león”.
Fue una
matrona romana que al enviudar, siendo muy joven, renuncia al mundo para
ingresar en una comunidad religiosa de la que llegó a ser superiora, llevando
siempre una vida ejemplar.
Estas son las
palabras insustituibles de san Jerónimo: “De un modo tan completo se convirtió
a Dios, que mereció ser cabeza de su monasterio y madre de vírgenes; después de
llevar blancas vestiduras, mortificó su cuerpo vistiendo sacos; pasaba las
noches en oración y enseñaba a sus compañeras más con el ejemplo que con sus
palabras”.
“Fue tan
grande su humanidad, y sumisión, que la que había sido señora de tantos criados parecía ahora criada de todos; aunque
tanto más era sierva de Cristo cuanto menos era tenida por señora de hombres.
Su vestido era pobre y sin ningún esmero, comía cualquier cosa, llevaba los
cabellos sin peinar, pero todo eso de tal manera que huía en todo de toda
ostentación”.
No sabemos más
de esta dama penitente, cuyo recuerdo sólo pervive en las frases que hemos
citado de san Jerónimo. La Roma en la que fue una rica señora de alcurnia no tardaría
en desaparecer asolada por los bárbaros, y Lea, “cuya vida era tenida por todos
como un desatino”, llega hasta nosotros con su áspero perfume de santidad que
desafía al tiempo.
Publicado en Cuenca, 22 de
marzo de 2020. Actualizado el 22 de marzo de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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