Ocurrió
durante la persecución anticristiana de Septimio Severo en Tuba, muy cerca de Cartago;
las autoridades prendieron a un grupo de catecúmenos, Revocato, Saturnino y
Secúndolo, más tarde a su maestro el diácono Sáturo, y junto a ellos a dos
mujeres de condición muy distinta, Felicidad o Felícitas, una esclava que se
encontraba encinta, y Vibia Perpetua, matrona de alta cuna tenía un hijo que
aún criaba a sus pechos.
Santas Perpetua y Felicidad. |
Las actas,
contemporáneas de su martirio y escritas en parte por la misma Perpetua, son
uno de los documentos más impresionantes de la historia de la santidad, e
incorporan a los episodios habituales de amenazas, afrentas e intimidaciones,
anécdotas muy vivas en las que el humor se hace fuerza espiritual, relatos de
sueños significativos y detalles de gran sentido sicológico.
En la cárcel
de Cartago Felicitad da a luz a una niña, que es adoptada por un familia
cristiana, y los ruegos del padre de Perpetua se estrellan ante su fortaleza. Las
dos mujeres han de vences las exigencias del amor materno, que sus hijos no
sean motivo de traición a Dios, de quien sólo son imágenes los afectos humanos.
Los mártires
en un anfiteatro, con una multitud por público, y antes de ser despedazados por
bestias feroces se dan el beso que es señal de paz. Al caer herida, Perpetua,
en un último rasgo de pudor, se cubre las piernas sangrantes con la túnica y luego
se sujeta el revuelto cabello con una horquilla para no morir desgreñada,
símbolo de tristeza y luto.
Al recibir el
golpe de gracia sólo fue herida en el hombro, y con su propia mano guió la
espada del verdugo hacia su cuello. “Tal vez una mujer tan grande, temida por
el espíritu impuro, no podía morir a menos que ella misma lo quisiera”.
Los antiguos
documentos que narran el martirio, dice san Agustín que se leían en las iglesias
con gran provecho para los oyentes. Esos documentos narran lo siguiente:
El año 202 el
emperador Severo mandó que los cristianos que no quisieran adorar a los dioses
del Imperio tenían que morir.
Perpetua
estaba celebrando una reunión religiosa en su casa de Cartago cuando llegaron
los soldados del emperador y la llevo a prisión junto con su esclava Felicidad
y los esclavos Revocato, Saturnino y Segundo,
Dice Perpetua
en su diario: “Nos echaron a la cárcel y
yo quedé consternada porque nunca había estado en un sitio tan oscuro. El calor
era insoportable y estábamos demasiadas personas en un subterráneo muy
estrecho. Me parecía morir de calor y de asfixia y sufría por no poder tener
junto a mí al niño que era tan de pocos meses y que me necesitaba mucho. Yo lo
que más le pedía a Dios era que nos concediera un gran valor para ser capaces
de sufrir y luchar por nuestra santa religión”.
Afortunadamente
al día siguiente llegaron dos diáconos católicos y dieron dinero a los
carceleros para que pasaran a los presos a otra celda menos sofocante y oscura
que la anterior, y fueron llevados a otra donde entraba la luz del sol, y no
quedaban tan apretados e incómodos. Y permitieron que le llevaran al niño a
Perpetua. Ella dice en su diario: “Desde que tuve e mi pequeño junto a mí,
aquello no me parecía una cárcel sino un palacio, y me sentía llena de alegría.
Y el niño también recobró su alegría y su vigor”. Las tías y la abuela se encargaron
después de su crianza y de su educación.
Publicado en Cuenca, 7 de
marzo de 2020. Actualizado el 7 de marzo de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
Qué historia tan bonita! Gracias...
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