Este santo
patrón de Madrid es paradójicamente un labriego, un campesino que inspiró a
Lope de Vega una infinidad de versos con más fervor que historicidad. El 12 de
marzo de 1633 fue canonizado este humilde labrador, y se fijó el 15 de mayo su
fiesta.
La base y la
única fuente escrita de la vida de san Isidro es la biografía latina del
franciscano Juan Diácono, que vivió en el siglo XIII, siglo y medio después de
la muerte del Santo, que pertenece a la última mitad del siglo XI y primera del
XII. Nada más seguro que la narración del biógrafo franciscano. Basándome en
ella realizaré un resumen como vengo haciendo con los demás santos que expongo
en mi blog, todo ello para no hacer interminable su lectura. Leves pinceladas que
saben bien, pues hay que hacer presente el popular adagio: “lo bueno, si es breve, dos veces bueno”.
Debió de nacer
en Madrid, posiblemente en el barrio que pertenecía a la parroquia de san
Andrés. Fue jornalero en los alrededores de aquella diminuta población del
siglo XII que resultaba Madrid. Contrajo matrimonio en Torrelaguna con a joven
María Toribia (según la tradición santa María de la Cabeza), tuvo por hijo a san
Illán y se cree que estuvo al servicio de un tal Juan de Vargas.
De los muchos
milagros que se le atribuyen, el más célebre es que interrumpiendo su labor de
labranza por la oración. Un ángel se hacía cargo de la yunta de bueyes y seguía
abriendo los surcos en la tierra mientras él se entregaba a sus oraciones.
Como rasgo de
la bondad de su corazón nos cuenta su biógrafo otro milagro: Un día de nieve, dirigiéndose
al molino, con un mozo a moler trigo, vieron en los árboles una banda de
palomas hambrientas. Limpió la tierra con sus manos y les echó parte del trigo
que tenía preparado para sus necesidades. Llegados al molino, no se halló merma
ninguna en el saco, y la cantidad de harina creció con relación al trigo
aportado.
Su biógrafo termina
así su historia: “Este excelente varón, de intachables costumbres, que tuvo su
legítima mujer e hijo, y rigió convenientemente su casa, viviendo loablemente,
mereció alcanzar una muerte más loable aún”. Cuenta cómo recibió los últimos
sacramentos y dirigió a su familia una fervorosa exhortación, y luego recogió
las manos sobre su pecho y cerrando los ojos, se entregó enteramente a su
Redentor, a quien siempre había servido.
Fue sepultado
en el cementerio de san Andrés Apóstol. Allí estuvo cuarenta años sin que nadie
lo visitara. En tiempo de lluvia, un arroyo que pasaba cerca se desbordó,
entrando dentro del cementerio y efecto a su sepultura. El Santo se apareció a
un vecino y le pidió que trasladase el cuerpo del cementerio común a la
iglesia. El vecino se resistió, pero cayó enfermo y no curó hasta que se hizo
el traslado. El cuerpo estaba entero y fue colocado en un mausoleo en la
mencionada iglesia de san Andrés, junto al altar de los bienaventurados
Apóstoles.
Publicado en Cuenca, 15 de
mayo de 2020 y el 15 de mayo de 2024.
Por José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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