La Iglesia de
España celebra hoy la fiesta de san Fernando III el Santo, una de las más puras
glorias de España y al que le tengo gran aprecio por mis estudios e
investigaciones (recordemos a Beatriz de Suabia, primera mujer de Fernando III
y a quien le debemos las tres naves de la Catedral conquense 1*). Es llamado el Montesino porque nació en un monte
entre Zaragoza y Salamanca, cuando viajaban sus padres don Alfonso IX y doña
Berenguela. Allí rodeado de grandes y soldados, en una tienda de campaña, bajo
el cielo estrellado de la tierra leonesa, nace el Santo conquistador de
Andalucía el año 1199.
San Fernando. Trascoro de la Catedral de Cuenca. |
El niño creció
entre los esplendores de la corte leonesa y entre las caricias y cuidados de su
santa madre. A los diez años la muerte acechaba en torno a su vida. Cuando los
médicos perdieron las esperanzas, su madre lo llevó hasta el monasterio de Oña,
rezó, lloró durante una noche entera ante la imagen de la Virgen, “y el meninno empieza a dormir et depois que foi esperto, luego de comer
podía”.
La fortuna
acompaña a este santo príncipe. Por la muerte de su tío Enrique I y renuncia de
su madre doña Berenguela, queda como rey de Castilla. A los dieciocho años es
armado caballero en el monasterio de Santa María de las Huelgas, junto a
Burgos. Desde entonces siente que su misión es la de dilatar el reino
cristiano. Su espada sólo puede desenvainarla contra los enemigos de la fe. Al
morir su padre Alfonso IX de León, el año 1230, entra pacíficamente en la
posesión de un segundo reino, León, sin derramar una sola gota de sangre
cristiana. En León, lo mismo que en Castilla, todas las gentes le aman. Tiene
la obsesión de la justicia, una profunda piedad, un dominio perfecto de sí y de
los hombres. El ideal de todos sus actos
fue siempre la restauración de la España cristiana.
A los
veinticinco cabalga muy gentilmente sobre un brioso corcel y se acerca por vez
primera a las orillas del Guadalquivir, el gran río, inaugurando aquella gesta
gloriosa de treinta años que sólo la muerte podía interrumpir.
La victoria
vuela sobre su yelmo de oro. No tiene nunca un revés porque es “el caballero de
Dios”, “el siervo de Santa María” y “alférez de Santiago”.
Aún se conserva una pequeña estatua de marfil que
llevaba siempre consigo en el arzón del caballo, que colocaba a la cabecera de
su cama, mientras dormía, y delante de la cual pasaba largas horas arrodillado
en los momentos más apurados de su vida llena de azares y peligros.
“Grandes
mercedes e honras e bienandanzas nos fizo et mostró aquel que es comienzo e
fuente de todos los bienes y esto non por los nuestros merecimientos, más por
la su gran bondad e por la su gran misericordia, e por los ruegos e
merecimientos de Cristo, cuyo caballero
somos, e por los ruegos de Santa María, cuyo siervo nos somos, e por los
merecimientos de Santiago, cuyo alférez nos somos, e cuya enseña traemos e que
nos ayudó siempre a vencer”.
Así es como fue recobrando palmo a palmo las
tierras andaluzas, que la morisma cruel nos había arrebatado. En 1224 toma
Quesada con seis castillos más; en 1226, Iznatoraf; en 1233, Úbeda; en 1236,
Córdoba; en 1243, Murcia; en 1244 llega hasta las puertas de Granada, y al
final de 1245 entra en Jaén y proyecta la conquista de Sevilla, donde había de
descansar después de muerto.
Empezó el cerco
de Sevilla en 1247 y duró más de un año. La enseña de San Fernando tremoló en
el Alcázar el día de San Clemente del año 1248. La entrada no fue el triunfo
del conquistador, sino el de Santa María. La Virgen entró victoriosa sobre un
carro triunfal, adornado de joyas, tapices y brillantes.
Desde el año
1248 ya no salió San Fernando de Andalucía. Mientras su primo San Luis caminaba
al cielo por la adversidad, Dios le llevó a él por el camino de las aventuras.
Dios le bendecía siempre y la misma naturaleza parecía ser su esclava. “ca en el su tiempo anno malo nin fuerte en
toda Espanha nin vino, et señaladamente en la su tierra”.
San Fernando. Imagen de la Parroquia conquense que lleva su nombre. |
Esta
protección visible de Dios acrecentaba su fe y su amor. Derramaba lágrimas de
agradecimiento y ansiaba llevar la bandera de la cruz por todo el mundo.
A los
cincuenta y dos años, cuando pensaba pasar a África, le sorprende la última
enfermedad, que su hijo, el Rey Sabio, nos ha contado en su “Historia general
de España”.
Entra el Señor
en su alcoba regia, los caballeros lloran, el rey salta de su lecho, se postra
en tierra, coge una soga y se la echa al cuello. Después empieza a besar una
cruz. “ferinedo en los sus pechos muy
grandes feridas, llorando muy fuerte de los oios et culpándose mucho de los sus
pecados”.
Cuando le preguntan cual quiere que sea la
inscripción que pongan en su sepulcro, responde que no necesita ninguna, pues
sus obras son el mejor epitafio. Su última oración nos la ha copiado su hijo:
“Sennor,
graicas te do, et entrégote el reyno que me diste, con aquel aprovechamiento
que yo en él facer, et afréscote mi alma para que la recibas entre companna de
los tus siervos”.
Después bajo
las manos, adoró el cirio como símbolo de fe católica, y, mientras los clérigos
cantaban el Te Deum, él “muy simplemente
et muy paso inclino los oios et dio el espíritu a Dios”.
En 1671 el
Papa Clemente X lo colocó entre el número de los Santos.
Publicado en Cuenca, 30 de
mayo de 2020 y el 30 de mayo 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
(1*)
Arcángeles del siglo XIII –Catedral de Santa María de Cuenca. José María
Rodríguez González. Cuenca.2017.-Año Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.
-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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