Esta Santa
carmelita nació en Florencia el 2 de abril de 1556 y murió en el convento de
Santa María de los Ángeles el 25 de mayo de 1607. Su nombre de pila fue el de
Catalina, pero al vestir el hábito del Carmen, el 30 de enero de 1583, tomó el
nombre de María Magdalena.
Santa María Magdalena de Pazzi. |
Ya de niña
odiaba los juegos, las aguas perfumadas, los jabones de olor, las cintas y las
peinetas. Cuando salió del colegio, su madre quiso darle una sorpresa, mostrándole
un traje blanco, que debía ser la admiración de toda la buena sociedad
florentina; pero nada más verlo, la niña se echó a llorar.
El palacio de
Pizzi, en la mejor vía de la ciudad, era para ella una ermita. A los cinco años
conocía por el olfato cuándo comulgaba su madre; a los siete años hacía la
meditación según el método de san Ignacio; a los diez se consagró a Dios con
voto su virginidad, y a los quince entró en el Carmelo.
Su vida
religiosa es uno de los casos sorprendentes de misticismo cristiano. Por oren de
sus superiores dictó a otras religiosas todos los hechos sobrenaturales que en
ella tenían lugar. Y se formó un extenso volumen de sus revelaciones, que fue,
tras largo examen, aprobado por la autoridad eclesiástica.
Jesús le trazó
el plan de vida y la sujetó a las exigencias del divino amor. Un día le dice:
“Vas a vivir a pan y agua”. Otro día le pide que ande descalza. En una ocasión
le enseña una caverna espantosa. De ella salen rugidos de leones, silbidos de
serpientes, aullidos de perros, graznidos, olor de azufre, humo y lamentos. Era
preciso que entrase en aquella madriguera y viviese en ella cinco años. Así le
revelaba Dios el período de terribles tentaciones con que la quería purificar,
como el oro en el crisol. Las tentaciones vinieron. Del fondo de su alma se
levantaban voces amenazadoras contra la existencia de Dios, la providencia de
los Santos, la presencia real de Cristo en la Eucaristía, blasfemias horribles,
asaltos de la sensualidad, de la gula. Parecía como envuelta en una oscuridad
infernal, y un torbellino de desesperación le atormentaba sin cesar.
Las
tentaciones pasaron y la nube descargó en forma de lluvia bienhechora de cinco
gracias extraordinarias; los estigmas espirituales, la corona de espinas, los
desposorios místicos, la entrega del Corazón de Jesús y la participación de la
pureza divina. Los éxtasis eran continuos: durante largas horas, y a veces días
enteros. Le sorprendían orando, lavando, comiendo o levantando el vaso para
beber. Le bastaba oler una flor, ver una estrella, oír el nombre de Jesús o
pronunciar la palabra amor. Muchas veces le vinieron los éxtasis mientras
pintaba, pues era aficionada a pintar imágenes devotas, o pulverizaba el oro y
bordaba o cosía.
Objeto de las
predilecciones divinas, era la monja más humilde del convento: “Creedme,
hermanas mías, solía decir, si la gracia de Dios no me hubiese traído al
convento, habría terminado en un presidio”. Y besaba los muros de su reclusión,
se postraba a la entrada de la iglesia para que todas pasasen por encima de ella,
caminaba de rodillas en el refectorio pidiendo limosna.
El dolor era
placer. La máxima de Santa Teresa “o padecer o morir”, la cambió ella en esta
otra: “No morir, sino padecer”. Había comprendido perfectamente que la vida no
tiene otro valor que le de sufrir por Jesús y que nuestra gloria eterna estará
en función de los sufrimientos padecidos acá abajo en unión con el Salvador.
Fue
beatificada el 8 de mayo de 1626 por Urbano VIII y canonizada el 28 de abril de
1669 por Clemente IX. Su fiesta se celebraba primeramente el 27 de mayo, hasta
que León XIII la trasladó al 29 de mayo, cuando se hizo universal la fiesta de
san Beda.
Publicado en Cuenca, 29 de
mayo de 2020 y el 29 de mayo de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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