Su biógrafo afirma que San Hospicio era un santo eremita “vestido de áspero cilicio, rodeado de
cadenas de hierro y atado a una de ellas dentro de una torre, comiendo sólo un
poco de pan con dátiles y algunas raíces de hierbas, y bebiendo sólo agua”.
Junto a la
torre había un monasterio que a pesar de tener un prior se regía por los
consejos espirituales de aquel siervo de Dios, admiración de la ciudad entera y
de toda la comarca, que no eran otras que Niza y lo que hoy llamamos la Costa
Azul.
San Hospicio de Niza. |
Estos nombres
no suelen evocar penitencias duras y heroicas, y es posible que ya en aquel
lejano siglo los nizardos no se distinguiesen por la austeridad de su vida y la
práctica de las más altas virtudes, porque, según san Hospicio, tenían a Dios
muy enojado con su “infidelidad, poca reverencia a los templos, poco amor a los
pobres y otros infinitos vicios”.
De ahí que
profetizara la llegada de unos bárbaros que iban a destruir la ciudad y todos
aquellos alrededores como castigo divino, aconsejando a los monjes que fuesen a
vivir a otros lugares. Los longobardos hicieron realidad el anuncio del predicó
a los invasores, convirtiendo al parecer a no pocos de ellos.
Cuando los longobardos
entraron en una celda encontraron a San Hospicio encadenado, y ello les llevó a
pensar que era un delincuente. Para no tener problemas con criminales pensaron
ejecutarlo pues el no negó que no fuera un criminal, y sin más, allí mismo en
la celda quisieron ejecutarlo, al levantar la espada el verdugo el brazo se le
quedó paralizado. Este hecho les llevó a pensar que en este hombre había algo
de sobrenatural en él. Quien iba a ejecutarlo se convirtió permaneciendo el
resto de sus días junto a San Hospicio como servidor.
El extremo de
la península de Cap Ferrat lleva aún su nombre, pero, ¡qué pensará san Hospicio
en su gloria de sus paisanos de Niza, de la Costa Azul y de los nuevos bárbaros
que acuden, más o menos pacíficamente, a broncearse al sol del sur?
Publicado en Cuenca, 21 de
mayo de 2020 y el 21 de mayo de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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