En el año 1132
fue elegido abad de Tamié, en la región de Tarantasia, que se encuentra en las
faldas de los Alpes saboyanos, y diez años después, a pesar de resistir
tenazmente a ello, como si le hicieran beber el más amargo de los cálices, se
le nombró obispo de Tarantasia.
Como muchos
otros prelados de esta época, en su corazón no renunció jamás a seguir siendo
un monje, y para regir y santificar su diócesis aplicó los principios del
Císter, como si su abadía se hubiese ensanchado hasta abarcar una inmensidad de
tierras y de gentes.
Lo que
caracterizaba a esta diócesis montañosa eran los pasos alpinos, y Pedro, dando
muestreas de una caridad llena de sentido práctico puso todo su empeño en
ayudar a los viajeros de aquella comarca; y conociendo su diplomacia, el papa Alejandro
III le encomendó misiones políticas, por ejemplo para restablecer la concordia
entre Luis VII de Francia y Enrique II de Inglaterra.
Este monje, a
un tiempo tan espiritual y realista, no era feliz fuera de su monasterio,
visitaba con frecuencia la Gran Cartuja de san Bruno, y en una ocasión se
escondió durante un año en una remota abadía, argucia que no le sirvió de nada,
porque volvieron a llevarle, muy mohíno, a su palacio episcopal.
Publicado en Cuenca, 8 de
mayo de 2020 y el 8 de mayo de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
-Festividades del año Litúrgico. Dr. Vicente Tene. Huesca. 1945.
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