Cuidador de enfermos durante la peste
de 1400.
Nació en la ciudad de Massa, Toscana, el 8 de
septiembre de 1380 y murió el 20 de mayo, vísperas de la Ascensión, año de
1444. No llegó a conocer a su madre Nera y a los siete años perdió también a su
padre Tulo, que había sido gobernador de la ciudad. Desde entonces quedó
confiado a una tía suya, hermana de su madre, que le dio una educación muy
cristiana.
A este santo le describe su biógrafo así: “Débil,
flaco, de mediana estatura, rostro descarnado, mejillas hundidas, la boca sin
dientes, la mirada penetrante; con un sayal del que salían unos secos tobillos
y unos pies esqueléticos, descalzos en verano y en invierno. Al hombro, una
alforja de pan duro, y en la mano una esportilla de libros desencuadernados”.
Es un gran
predicador que no quiso ser obispo porque decía “toda Italia es mi diócesis”.
Iba de un lado a otro hablando a las gentes en iglesias, plazas públicas, al
aire libre, reuniendo a multitudes que le escuchaban durante cuatro o cinco
horas. Se negaba a escribir, a confesar, lo suyo era la palabra de Dios.
Este
franciscano de desastrado aspecto había nacido de una noble familia sienesa,
los Albizzeschi, y antes de hacerse fraile había sido un heroico cuidador de
enfermos durante la peste del 1400. Luego repartió sus bienes entre los pobres
y abrazó la vida de los más estrictos seguidores del santo de Asís.
Predicaba de
un modo risueño y violento, familiar y tempestuoso, hablaba de un modo natural
e irresistible, colorista y duro, y sus improperios contra la usura y las
discordias civiles eran devastadoras y eficaces; su empeño en que no hubiera
güelfos ni gibelinos, enemigos mortales, sino cristianos que levantaran el
emblema de Jesús.
Fruto de sus
predicaciones fue la institución de la fiesta del Santísimo Nombre de Jesús,
concedida en 1530 a los franciscanos y luego, en 1722, a toda la iglesia.
Hubo sabios
que le acusaban de hereje, hasta que el papa Martín V declaró su absoluta
inocencia, y en sus interminables recorridos por toda la península, era una
mezcla de cólera y de íntima dulzura, de fervor y de rabioso grito contra el pecado.
Extenuado de
fuerzas cayó moribundo en Aquila, y allí, sobre el duro suelo, entregó su alma
a Dios cuando en la Vigilia de la Asunción sus hermanos cantaban la siguiente
antífona: “Padre, di a conocer a los hombres tu santo nombre y ahora voy a Ti”.
Estas palabras pueden ser el resumen de su vida apostólica. Cinco años después
de su muerte, el 1449, decretó Nicolás V su canonización.
Publicado en Cuenca, 20 de
mayo de 2020. Actualizado el 20 de mayo de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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