Simplemente
eso Marta y María dos mujeres que las distingue los Evangelios como ejemplo de
servicio y entrega. Veamos que se cuece entre ellas.
A tres
kilómetros de Jerusalén está Betania, hoy sórdido aldea sin atractivo, rodeada
de almendros, algarrobos, olivos e higueras, por cierto la higuera de mi patio
empieza a despertar del letargo invernal, dejemos eso como un simple
chascarrillo, para salir de la monotonía de esta cuarentena.
Allí, en
Betania, tiene su casa una familia muy amiga del Redentor, constituida por tres
hermanos: Marta, María y Lázaro.
Marta y María con Jesús |
De ama de casa
actúa Marta, que sin duda alguna, es la hermana mayor. Ella recibe a Jesús, le
hace los honores, prepara el homenaje y se afana por obsequiarla cuanto puede.
En una de las
ocasiones en que el divino Maestro visitó este hogar, con motivo de su vuelta a
Jerusalén para asistir por última vez a la fiesta de los Tabernáculos, Marta,
como de costumbre, trató de obsequiar a su huésped, y llena de buen deseo se
entregó de lleno a la preparación de las habitaciones y de la comida. Su
hermana María, de corazón ardiente y espíritu menos práctico, en vez de
ayudarla, se sentó a los pies del santo huésped, y en agradable conversación
con él, se estuvo embelesada escuchando su doctrina maravillosa.
La conducta de
su hermana indignó a Marta. Iba a llegar la hora de la comida, y no iban a
estar las cosas en su punto, porque María la dejaba sola.
En el ambiente
de confianza en que se desenvolvía su amistad con Jesús, no tuvo inconveniente
en manifestar sus sentimientos.
-”Maestro- le
dijo, acercándose a la sala donde se hallaba-, ¿por qué no te preocupas de que
María me deja sola en el trabajo? Dile que me ayude”.
Es de suponer
la impresión que esta querella produciría en María, que, abstraída de cuanto le
rodeaba, vivía pendiente de los labios del Maestro en el mejor de los mundos.
Como niño
sorprendido en una travesía inocente, debió mirar a Jesús esperando que,
imperativo, le mandase: Levántate y ayúdale. Cuál no sería su sorpresa al ver
que el Maestro reprendía a su hermana con cariño pero con energía: -“Marta,
Marta, andas demasiado solícita y te embarullas con muchas cosas; sin embargo,
una sola es necesaria; María ha elegido la mejor parte, que jamás le será
arrebatada” (Lc. 10, 38-42).
Ante esto nos
pone en guarda de lo que tenemos que eliminar como es la confusión y el
desorden en nuestra mente. No dejemos que nuestra educación, nuestro entorno,
la sociedad u otras cosas nos ensordezcan con sus gritos sobre qué podemos o
debemos hacer y qué no. ¡Escuchemos la vos de Dios en estos días de Semana
Santa y hagamos lo que Él nos llama a hacer!
Feliz lunes
santo.
Cuenca, 6 de
abril de 2020.
©José
María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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-El
Evangelio de la madre. E. Enciso. Madrid. 1943
-Historia
de Cristo. Versión española. Mñor. Agustín Piaggio. Editorial Lux. Santiago de
Chile.1923.
-Festividades
del año Litúrgico. Editorial Luis Vives. Zaragoza. Lino, Obispo de Huesca.1945.
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