Este insigne
prelado y monje español nació en Salas de Galicia el 26 de noviembre de 907 y
murió el 1 de marzo de 977. Su familia pertenecía a las más ilustres. Su
padre, Gutierre Méndez, era uno de los condes más poderosos de la corte de
Alfonso el Magno, valiente guerrero, gran político, y sobre todo, buen
cristiano, bienhechor de iglesias y dotador de monasterios.
San Rosendo. |
Rosendo
aprendió latín en la escuela episcopal de Mondoñedo. Desde niño le atraía más
la Biblia y la Cruz que la espada de su padre. Entró muy joven en el monasterio
de Cabeiro, donde muy pronto fue elegido prior. Por sus virtudes y su ciencia,
cuando apenas había cumplido dieciocho años de edad, fue elevado por aclamación
unánime del clero y del pueblo a la sede episcopal de Dumio.
Entre las
obras que llevó a cabo en los primeros años de su episcopado fue la fundación
del monasterio de Celanova en la provincia de Orense.
Mientras Roma
decidía sobre la suerte de Sisenando, obispo de Compostela y encarcelado por el
rey don Sancho, san Rosendo tuvo que gobernar también la diócesis de Santiago.
El rey don
Sancho lo nombró virrey de Galicia, cargo que le obligó a ponerse al frente de
un ejército para rechazar a los normandos y moros que por diversos puntos
habían penetrado en el territorio de su jurisdicción. Rosendo hizo reembarcar a
los normandos y empujó más allá de las fronteras portuguesas a los moros. La
vuelta a Santiago fue celebrada con fiestas populares y agradecidas muestras de
júbilo. Mas una nube se cernía en el horizonte que iba a aguardar aquellos
tiempos.
Sisenando,
aprovechando la muerte de don Sancho de León, salió de la cárcel y se presentó
repentinamente en Santiago, amenazando con la muerte de Rosendo si no dejaba la
sede y se recluía en su monasterio. Era lo que deseaba nuestro Santo; cambiar
el brillo y actividad inquietante del gobierno por la humildad y la paz de la
vida escondida en el claustro.
San Rosendo se
refugió en el monasterio de Celanova y vistió el hábito de san Benito, como
simple religioso, sometido al abad Franquila. A la muerte de éste monje le
eligieron a él por abad.
De su vida
como monje se cuentan maravillas. Los ángeles bajaban a cantar con él,
resucitaba a los muertos y anunciaba las cosas futuras. Tomó como emblema una
Cruz, de cuyos brazos colgaban un compás y un espejo. Si los monjes le
preguntaban qué significaban le respondía: “Hijitos, ¿no sabéis que la Cruz es
compás de nuestra vida y espejo de nuestras almas?”
Al empezar el
año 977 ya no pudo asistir al coro, aunque su presencia llenaba de fervor a
todos los monjes. Vio que se acercaba la muerte y quiso firmar su testamento,
que fue una confesión de fe y efusión de amor, en el que nos revela su alma
piadosa.
El testamento
de san Rosendo termina con estas palabras: “Bajo la Providencia de Dios”. La
Providencia de Dios conservó su obra. Por muchos siglos continuaron sus monjes
viviendo piadosa, casta y religiosamente. La Providencia cuidó también de la
glorificación de su siervo. Su cuerpo fue enterrado en San Pedro de Celanova;
doscientos años después, el 1194, Celestino III lo colocó en el número de los
Santos. Hoy la diócesis de Mondoñedo lo aclama como su Abogado y Patrón.
Publicado en Cuenca, 1 de
marzo de 2020. Actualizado el 28 de febrero de 2024.
OPor: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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