Hoy se celebra la fiesta de un hijo glorioso del serafín de Asís, el humilde y carismático san José de Cupertino, insigne no menos por su simplicidad evangélica que por sus éxtasis y arrebatos místicos.
La naturaleza no le brindó ni salud, ni talento, ni prestigio, ni gracia, ni riqueza; pero Dios le dio todos los tesoros del cielo. Nació en Cupertino, pequeña aldea entre Brindis y Otranto, en el año 1603, y murió en Osimo en 1663.
San José de Cupertino |
San José de Cupertino es un ejemplo de lo poco que entendemos los hombres las maravillas y obras de Dios. Los hombres no lo comprenden; incluso los más buenos, le cierran las puertas y lo despiden, como un ser inútil, como un desecho. A duras penas sabía leer y escribir, cerrado de mollera y además torpe y de una manera exasperante: todo se le caía, todo lo rompía, aprender los trabajos más sencillos le costaba meses. Personaje simplón y ridículo, además de enfermizo y enclenque.
Fue un milagro de la Providencia el que pudiera ordenarse. Fray Asno, como se llamaba a sí mismo, sólo sabía obedecer, ser humilde, paciente, enamorado de Dios y devotísimo de la Virgen. Pero si era negado para los estudios, a su alrededor florecían prodigios que atraían a multitudes y despertaban las suspicacias de la Inquisición. ¡Qué fraile más raro!
Su día a día era una visión y éxtasis constante, con solo el tañido de una campana, una imagen o cuadro de la Virgen, era suficiente para transportarlo al cielo. Es difícil creer en tales cosas si no estuviera documentada su vida por varias personas y sus relatos coinciden. Se cuenta que un día, paseando por el huerto, le dijo un compañero: “Fray José, ¡qué hermoso hizo Dios el cielo!” y nuestro Santo lanzo un grito, atravesó los aires y fue a posarse de rodillas en la copa de un olivo. La rama, según informes de quien lo vio, se balanceaba como bajo el peso de un pajarillo.
Algunos envidiosos o mal intencionados lo denunciaron a la Inquisición, para que su virtud fuera más sólida y probada en el horno de la persecución y de la calumnia. Como oro, salió más puro y brillante, fue beatificado por Benedicto XIV en el año 1753 y canonizado por Clemente XIII en el año 1767.
Es Patrón de los parias, de los que no sirven para nada, de los que no tocan con los pies en el suelo, santo aéreo que con su vida quizá nos reproche ser tan útiles, hábiles y listos como nos empeñamos en parecer.
Publicado en Cuenca, 18 de septiembre de 2020 y el 18 de septiembre de 2024.
Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.
-La
casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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