lunes, 16 de septiembre de 2024

Las llagas de san Francisco. Fiesta del 17 de septiembre.

    No puedo dejar pasar esta festividad poco conocida y muy representada. En nuestra catedral está presente en el retablo de san Bartolomé y en el retablo de san Gregorio del siglo XVI, donde la figura de san Francisco de Asís arrodillado, en actitud de oración y con las manos abiertas. Bajo el ángulo superior izquierdo se ve el mismísimo Serafín que en forma de Cristo crucificado hace surgir de entre sus alas de fuego cinco cordones de luz, que van a dar en los pies, las manos y el costado de san Francisco, que queda así marcado con las llagas de Cristo (*).

San Francisco de Asís.
Retablo de San Bartolomé. Siglo XVI
Catedral de Cuenca.

    Esta fiesta, que es un privilegio de san Francisco, entró en el Misal Romano por la insistencia e influjo del cardenal Montalto, el cual, llegado al Supremo Pontificado con el nombre de Sixto V, la extendió a toda la Iglesia. Clemente VIII la suprimió, porque la liturgia romana no tiene fiestas particulares sino para los misterios de la redención. Los favores especiales concedidos a determinados santos entran en la fiesta general que se dedica a cada uno de ellos.

Paulo V la volvió a poner en el grado de semidoble libre. Luego la hizo obligatoria Clemente IX, hasta que otro Papa franciscano, Clemente XIV, la restituyó en grado de rito doble que hoy tiene. La comisión que nombró Benedicto XIV para la reforma del Breviario propuso nuevamente la supresión de esta fiesta.

San Francisco de Asís.
Retablo de San Gregorio. Siglo XVI
Catedral de Cuenca

La aparición de los estigmas en san Francisco se cuenta: que próxima la fiesta de la Exaltación de la Cruz, estaba san Francisco de rodillas, rezando las oraciones de la mañana y de repente vio un ser que era a la vez un  hombre y un Serafín; tenía los brazos extendidos y los pies juntos y su cuerpo estaba fijo en una cruz. Dos alas se alzaban sobre la cabeza; otras dos extendidas como para volar y otras dos le cubrían el cuerpo. La car era de una belleza superior a la de la tierra, pero tenía las huellas del sufrimiento.

De pronto, en un momento de sufrimiento indecible, el Serafín le hirió en el cuerpo y en el alma, de modo que Francisco sintió gran temor. Mas el Serafín le habló como a un amigo, declarándole muchas codas que hasta entonces le habían estado ocultas. Pasado un instante, que pareció un siglo, desapareció la visión.

San Francisco siguió en profunda oración y Dios le abrió el sentido de la visión. En su cuerpo aparecían las señales del Serafín Crucificado; en sus manos y en sus pies estaban las llagas de las heridas y en las llagas la impresión de los clavos, formados de manera que podía tomarse por los verdaderos clavos de la Cruz; las cabezas redondas, de apariencia negra, sobresalían en las palmas de las manos y en las plantas de los pies aparecían las puntas retorcidas. Su costado derecho lo vio como perforado por una lanza. El Serafín de la visión era el espíritu de la Crucifixión padeciendo por amor, que había tomado plena posesión del pobrecillo de Dios. Las señales exteriores de las llagas eran el sello y prueba también exterior de la interna posesión de su alma por Dios.

Detalle del Serafín y san Francisco.
Retablo de San Gregorio.
Catedral de Cuenca.

Según cuenta su biógrafo, al principio no pensó san Francisco revelar a nadie su visión. Pero las llagas no se podían ocultar por mucho tiempo a los que vivían constantemente con él. Dudaba también si sería mayor servicio de Dios indicar algo, para fruto y consuelo de sus hijos. Preguntó un día a sus compañeros si se debían callar o revelar los favores de Dios. Ellos le dijeron que, si eran para provecho de muchos, no se debían callar. Entonces contó san Francisco tímidamente la visión y las llagas. No obstante, siguió ocultando a todos las señales de su cuerpo cubriendo manos y pies con la túnica. Tan sólo a León mostro las heridas para que le mudase los lienzos, restañando la sangre que manaba de ellas, y mitigando así el dolor que sentía.

Publicado en Cuenca, 17 de septiembre de 2020 y el 17 de septiembre de 2024.

©José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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FUENTES CONSULTADAS:

-(*) “Aggelos” Catedral de Santa María. Cuenca. José María Rodríguez González. 2019

-Año Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.

-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.

-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.

 

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