domingo, 15 de septiembre de 2024

Santos Cornelio y Cipriano (253 y 200-258). Festividad del 16 de septiembre.

     Hoy traigo al recuerdo a dos contemporáneos, papa y obispo, romano y cartaginés, uno es un cristiano de cuna y el otro un converso. A mediados del siglo III ambos pasan a primera línea social, siendo obispo de Roma y obispo de Cartago respectivamente.

El diácono Poncio, que vivió al lado de san Cipriano hasta su muerte, nos ha dejado la narrativa de su vida y martirio.

Cipriano era un joven de la ciudad de Cartago, rico, culto y gran abogado de casusas en el foro, rodeado de aplausos, de admiración y de afectos, pero nada bastaba a su alma naturalmente recta y superior.

El Señor dispuso que se encontrase con un sacerdote venerable llamado Cecilio, que le reveló las maravillas de Cristo. Cipriano se convirtió hacia el año 245; por el 247 fue ordenado sacerdote, y en el 249 elevado al episcopado.

Es difícil recoger en pocas palabras el enorme trabajo que llegó a realizar en los 16 años de su obispado por lo que lo dejo estar, pasando al proceso de su martirio.

Apenas se promulgó en África el edicto de Decio del año 250, el pueblo comenzó a buscar a Cipriano y, con gran vocerío y furor, gritaba por las calles: “¡Cipriano a los leones!” Pudo escapar de esta primera persecución para bien de su pueblo. Más apenas transcurridos los seis años de las persecuciones de Decio, se levantó aún más tremenda la de Valeriano; y la primera víctima fue el obispo de Cartago.

El 30 de agosto de 257 fue llevado a la sala de justicia. El procónsul lo interrogó y Cipriano respondió: “Yo soy cristiano y obispo y no reconozco otros dioses que el sólo Dios verdadero, creador del cielo, de la tierra, del mar y de todas las cosas.

Tras estas declaraciones, Galero Máximo cambió unas palabras con el Consejo y de muy mala gana pronunció la sentencia: Sea decapitado Tascio Cipriano. El pueblo, indignado comenzó a gritar.

La mano del ejecutor temblaba en el momento de dar muerte a un hombre tan venerado. Levantó la espada y cayó sobre el cuello del Santo desprendiéndola del cuerpo. Era el 14 de septiembre del año 258.

Los fieles recogieron el cuerpo para sustraerlo de la curiosidad de los paganos y lo escondieron allí cerca.

El nombre de san Cipriano estuvo siempre unido a Roma con el de san Cornelio, quien, después de un bienio de Pontificado, murió en el destierro el 14 de septiembre de 253. En la lucha que sostuvo contra el cismático Novaciano, le ayudó fervorosamente san Cipriano y ésta fue la razón de que se unieran tanto los dos Santos, cuyos nombres están juntos en el canon de la Misa. San Cornelio fue enterrado en el cementerio de Calixto y junto a su retrato se dibujó también el de san Cipriano.

Publicado en Cuenca, 16 de septiembre de 2020 y 16 de septiembre de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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FUENTES CONSULTADAS:

-Año Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.

-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.

-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.

 

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