viernes, 27 de septiembre de 2024

San Wenceslao (907-929). Festividad del 28 de septiembre.

Su padre, Urastilao, era cristiano, pero tuvo el desacierto de casarse con una mujer pagana, Drahomira, que sembró la discordia y las lágrimas en la corte y en su familia. De aquel matrimonio nacieron dos hijos: Wenceslao, el primogénito, y Boleslao, el segundo.

El duque Urastilap murió muy pronto y los hijos quedaron indefensos en manos de su madre. Afortunadamente intervino la suegra, santa Ludmila, que se encargó de la educación del mayor. A su sombra bienhechora creció Wenceslao.

San Wenceslao I

Muerto su padre, el duque, todos los derechos estaban por parte de san Wenceslao pero su propia madre ambiciosa y celosa quería que gobernara su segundo hijo, más dócil y que congeniaba con sus ideas paganas. Para ello hizo matar a la abuela santa Ludmila y se propuso acabar también con Wenceslao

La devoción más arraigada en Wenceslao fue a la Sagrada Eucaristía. Era costumbre en su tiempo todavía que nadie asistiera a la celebración de la Santa Misa sin llevar la ofrenda de pan y vino. San Wenceslao puso tal empeño en la preparación de su ofrenda, que él mismo, durante el verano, se dirigía de noche al campo con un escudero, para recoger el trigo o las uvas, que él mismo cargaba sobre sus hombros, las llevaba a palacio, molía el trigo, amasaba la haría, exprimía las uvas y elaboraba el pan y el vino con sus propias manos temblorosas de fe y amor. Era tal la envidia que sentía por los sacerdotes que podían consagrarlas que llegó a pensar el cambiar su corona ducal por la tonsura clerical, nada más que para poder estar más cerca de Jesús en el altar.

En pleno invierno se le veía caminar de iglesia en iglesia para visitar a Jesús en los Sagrarios más abandonados y es célebre la anécdota  que se cuenta de una noche de nieve. Iba delante de su escudero, sin sentir la fuerza del viento helado, ni el frío de la nieve que pisaba. Su escudero murmuraba por dentro la inoportunidad de aquellas horas para visitas. Dios le concedió al duque penetrar en el corazón de su escudero y se contentó con decirle que pisara sobre las huellas que él dejaba en el camino. El criado no volvió a sentir más frío en la noche.

Desde el principio de su reinado, el enemigo de Wenceslao había sido su madre, como anteriormente afirmé; ella que le había dado el ser no dejó nunca de maquinar contra su vida. Se formó una fuerte conjuración contra él, dirigida por su hermano Boleslao. “Ven a celebrar conmigo la fiesta de san Cosme y san Damián y luego celebraremos en santa compañía la de san Miguel”, le dijo en septiembre de 936 su hermano Boleslao. El santo aceptó la invitación. Se celebró el banquete en el que se le debía quitar la vida. Le avisaron del peligro, pero él no hizo caso. En un brindis dijo: “Amigos míos, pasado mañana, San Miguel Arcángel; bebamos en su honor esta copa de vino a fin de que se digne elevar nuestras almas el festín de la gloria”. Abrazó después a amigos y enemigos y se fue a acostar.

Al día siguiente no había aún salido el sol y el Santo iba camino de la iglesia, en busca de la verdadera luz. En el cancel se encontró con su hermano Boleslao; lo abrazó por el rato tan delicioso que le había hecho pasar la noche anterior: ¡Ayer era ayer; hoy es otro el servicio que quiero hacerte”. Y le clavó su daga en la cabeza. Wenceslao pudo defenderse y vengar la herida; más prefirió morir y perdonar. Fue cosido a puñaladas en el umbral de la iglesia. Tenía 28 años y estaba preparado para la corona del martirio.

Publicado en Cuenca, 28 de septiembre de 2020 y el 28 de aeptiembre de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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FUENTES CONSULTADAS:

-Año Cristiano para todos los días del año. P. Croiset. Madrid. 1846.

-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.

-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.

 

 

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