Destruyó nuestra muerte y ha recuperado nuestra vida
La mejor y más expresiva imagen de Cristo Resucitado es su
sepulcro vacío. “Surréxit, non est hic.
Veníte et vidéte locum ubi pósitus erat Dóminus. Resucitó, no está aquí.
Ved el lugar donde le pusieron”. Así dijo el ángel de túnica de alba a las
mujeres que buscaban al Señor. Para los que le vieron antes y tuvieron la
fortuna de asistir a su entierro, para todos los que tenemos fe, que creemos
sin ver, esta ausencia del cuerpo del Señor nos llena de íntima satisfacción.
Con mucha antelación había dicho Jesús a los escribas y
fariseos: “Esta raza mala y adúltera pide
un prodigio, pero no se le dará el que pide el prodigio de Jonás profeta;
porque así como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres
noches, así el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la
tierra” (Mat. 12, 39-40).
“Y al bajar del monte
les puso Jesús precepto, diciendo: No digáis a nadie lo que habéis visto, hasta
tanto que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos” (Mat. 17,9).
“Como atravesara la
Galilea iba instruyendo a los discípulos, y les decía: El Hijo del hombre será
entregado en manos de los hombres y le darán muerte, y después resucitará al
tercer día” (Mc. 9, 30).
“Mirad que subimos a
Jerusalén, donde el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los
sacerdotes, y a los escribas, y ancianos, que le condenarán a muerte y le
entregarán a los gentiles; y le escarnecerán, y le escupirán, y le azotarán, y
le quitarán la vida, y al tercer día resucitará” (Mc. 10 33-34) (Lc. 18
31-33).
Hallamos igualmente numerosos documentos posteriores de la resurrección
de Jesucristo. “Levantándose Pedro en
medio de los hermanos, dijo -refiriéndose a Judas el traidor-: Ocupe otro su
lugar en el episcopado. Es necesario, pues, que de estos sujetos que han estado
en nuestra compañía todo el tiempo que Jesús Señor Nuestro conversó entre
nosotros, empezando desde el bautismo de Juan hasta el día que, apartándose de
nosotros, se subió al cielo, se elija uno que sea como nosotros testigo de su
resurrección” (Hechos, 1, 20-22).
Con innumerables citas podríamos traer el testimonio de la
verdad de que Cristo resucitó.
El origen de esta fiesta se remonta al Antiguo Testamento.
Dios mismo la prescribió a los hebreos en recuerdo de la salida de Egipto, o
paso milagroso del mar Rojo, en la segunda mitad del siglo XV antes de
Jesucristo. Se le dio el nombre de Pascua, palabra que significa “paso” o “tránsito”.
Si bien la Pascua cristiana es en algo una continuación de
la judía –por cuanto nosotros también perpetuamos la memoria del gran beneficio
de la libertad que nos mereció Jesucristo- no obstante, no deja de ser muy
distinta; por esto, para que ambas no se confundiesen, como también porque
Jesús resucitó en domingo, determinó San Pedro, el primer Papa, traspasarla al
domingo que seguía a la Pascua de los judíos.
Hubo gran dificultad en un principio para unificar esta
fecha, porque muchos cristianos eran judíos. El mismo San Juan Evangelista,
consintió que los efesios, en gran mayoría judíos conversos, continuasen
celebrándola, según su costumbre, el día décimocuarto de la luna de marzo.
Hasta el Concilio de Nicea, celebrado en el 325, hubo diversidad de disciplina,
ya en algunas iglesias de Asia Menor, Éfeso entre otras, ya en Siria o
Mesopotamia.
A partir de dicho concilio, los astrónomos alejandrinos
fueron encargados de calcular cada año la fecha de Pascua. El patriarca de
Alejandría transmitía el resultado a Su Santidad, y el Papa, a su vez, lo anunciaba
al orbe Católico.
Feliz Domingo de Resurrección.
Cuenca, 1 de abril de 2018 y el 31 de marzo de 2024.
José María Rodríguez González. Profesor e investigador
histórico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario