La verdadera historia
de san Jorge según el martirologio.
Hoy festejamos
a san Jorge. La iconografía lo ha representado con frecuencia con caballo,
lanza, espada, casco y armadura, enfrentándose y venciendo a un terrorífico
dragón. Muchas historias se han creado en torno a este santo. Este día es
especial para Aragón y Cataluña. Es el santo Patrón de Bulgaria, Etiopía,
Georgia, Inglaterra y Portugal.
En Cataluña
este día es tradición el intercambio de rosas y libros entre las parejas,
convirtiéndose en una de las jornadas más popular del año.
Para Aragón,
es el día del patrón de la Comunidad. Cuenta la leyenda que siendo rey de
Aragón Pedro I, comenzó la conquista de Huesca, que se encontraba en manos del
Taifa de Zaragoza. La batalla que se entabló fue muy dura y los cristianos
confiando plenamente en Dios, vieron descender del cielo, montado a caballo y
con una gran cruz en la mano, a san Jorge, los moros que vieron tal prodigio se
vinieron abajo y fueron derrotados.
También se
celebra el Día Mundial del libro por la Resolución 3.18 que la Unesco, en 1995
proclamó y aprobó en su 28ª reunión.
Pero, hoy que
tengo tiempo quiero relataros la verdadera historia de este Santo, según el
martirologio. Aunque su historia es muy larga intentaré resumirla sin perder la
esencia que entraña la vida de este gran personaje de la historia del
cristianismo.
San Jorge es
llamado por los griegos el “gran mártir”,
nació en Capadocia, en el seno de una familia ilustre y distinguida por la
nobleza. Su calidad y distinción le obligaron a seguir la profesión de las
armas; y como era un joven valiente y el más culto de todo el ejército, en poco
tiempo el emperador Diocleciano lo premió dándole a su cargo una compañía y le
hizo maestro de campo.
No pasó mucho
tiempo cuando el Emperador emprendió la labor de limpiar de sacrílegos su
imperio y Jorge desde los primeros anuncios se consideró como víctima destinada
al sacrificio.
Como tenía el
grado de Oficial General, era miembro del consejo del Emperador, y comprendió
que esto le obligaba a declarar sus creencias cristianas de los primeros, dando
pruebas de su fe y no disimulando su religión. Así que al morir su madre vendió
su rica herencia y la repartió entre los pobres. Despojado ya de todo lo que le
ataba a este mundo entró en la sala del consejo.
Habiendo
propuesto el Emperador limpiar y exterminar a todo cristiano, se levantó de su
asiento y con respeto contradijo las palabras de Diocleciano con mucha gracia,
energía se hizo escuchar con admiración y con respeto. Exhortó al
Emperador que revocara su edicto, que
sólo se dirigían a oprimir violentamente a los inocentes.
Había ya acabado de hablar y por momentos el
consejo quedó enmudecido. El Emperador, aún más aturdido, mandó al cónsul
Magnencio, que respondiera a Jorge: “Bien
se conoce, le dijo el cónsul, por el desahogo con que has hablado en presencia
del Emperador, que eres uno de los principales de esta secta; tu confesión
confirma tu insolencia, pero nuestro augusto Príncipe, defensor de los dioses
del imperio, sobra vengarlos de tu impiedad."
"Si la
impiedad ha de castigarse, respondió Jorge, no sé yo que haya otra más abominable que la de atribuir a las
criaturas, aún a aquellas que son inanimadas, los soberanos títulos y derechos
propios y peculiares de la divinidad. No puede haber más que un solo Dios
verdadero: este es aquel a quien yo sirvo y adoro. Sí, cristiano soy, y de este
nombre me glorío, no aspirando a mayor dicha en esta vida, que a darla
derramando toda mi sangre por aquel Señor de quien la recibí”.
Enfurecido el
Emperador al oír este discurso y temiendo un levantamiento del consejo, lo hizo detener y encarcelar.
El primer
efecto de Diocleciano fue atormentarlo. Mandó atarle a una rueda sembrada de
agudas puntas de acero, y a cada vuelta que daba sobre él le levantaba pedazos
de carne. Quedaran atónitos los verdugos al comprobar la alegría con que Jorge
se tomaba el suplicio y ya cuando lo suponían muerto, le hallaron enteramente
sano de todas las heridas. Ello llevo a la conversión de sus propios verdugos.
El acero, el
fuego, la cal viva, de todo se valieron para combatir su resolución y su fe,
pero la firmeza y aún la alegría que manifestaba en cada tormento que el mismo
Emperador temió una conversión general de toda la ciudad, y aún se asegura que
la emperatriz Alejandra se convirtió y que mereció la corana del martirio.
Viendo que era
inútil cualquier tormento, mandó que fuera conducido a su presencia y le dijo:
“Jorge, no sin gran dolor, me he visto
precisado a mandar se ejecutase contigo todo el rigor de los edictos publicados
contra los enemigos de mi imperial religión. No puedes ignorar la grande estimación
que siempre he hecho de tu mérito; y el puesto que ocupas en mis ejércitos, es
buena prueba de mi bondad. El único obstáculo que puede oponerse a tu fortuna,
será tu obstinación: eres joven; logras toda la gracia del Emperador; el favor
añadido al mérito te prometen los primeros cargos del imperio. ¿En qué te
detienes para volver a tu obligación, y para aplacar con tus sacrificios la
cólera de los dioses?
Suplicó Jorge
al Emperador que le mandase conducir al templo para ver aquellos dioses a quien
su Majestad Imperial quería que ofreciese sacrificio. No dudó ya Diocleciano
que su suavidad y sus promesas habían finalmente vencido.
Fue conducido
al templo acompañado de innumerable pueblo, apenas descubrió la estatua de
Apolo, cuando le preguntó Jorge: ¿Dime,
eres Dios? No soy Dios, respondió la estatua, con voz terrible, que
estremeció a los presentes: Pues venid
acá espíritu maligno, ángeles rebeldes, condenados por el verdadero Dios al
fuego eterno; ¿cómo tenéis atrevimiento para estar en mi presencia, que soy
siervo de Jesucristo? Al decir estas palabras, acompañadas con la señal de
la cruz, se oyeron en el templo gritos horribles, aullidos espantosos, y se
vieron caer derribados por mano invisible todas las estatuas, haciéndose
pedazos contra el suelo.
El Emperador
ante este hecho mandó al instante que le cortaran la cabeza, lo que sucedió el
23 de abril del año 290.
Tanto la
Iglesia de Oriente como de Occidente han celebrado culto a la memoria de este
ilustre Mártir. Se asegura que ya desde el siglo V se han dedicado y levantado
iglesias. Algunas órdenes militares toman el nombre de san Jorge como fundada
por el emperador Federico IV, primer archiduque de Austria, en el año 1470;
otra en la república de Génova y en año 1200 se fundó con el nombre de los
caballeros de san Jorge en Aragón. También los ejércitos cristianos suelen
ponerse bajo su protección.
Como he dicho
al principio del artículo, se le representa a caballo, armado de todas las
armas posibles de un caballero, con lanza en mano acometiendo a un dragón para
defender a una doncella, que teme ser despedazada o violentada con sus garras.
Pero esto más símbolo que historia como habéis visto. La doncella quiere
representar la pureza de la Iglesia que es defendida de la idolatría que
representa el dragón. Esta representación degeneró en mil leyendas que vino a
parar con el tiempo en cientos de supersticiones que son el origen de fábulas
que no venden la verdadera historia de san Jorge.
Publicado en Cuenca, 23 de
abril de 2020. Actualizado el 23 de abril de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.
-La
casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J.
Madrid. 1961.
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