Un tres de abril del año 421, imperando Teodosio el menor,
sucedió la muerte de Santa María Egipciaca.
Es impresionante leer la vida y
conversión de esta mujer, entre los libros viejos he encontrado esta mañana la
vida de esta santa. Hay un poema que cuenta su historia. María era bella y
lasciva, que abandona su hogar para dedicarse a la prostitución en Alejandría. Después
de muchos años marcha hacia Jerusalén, pero antes de llegar unos ángeles se la
llevan. Arrepentida de su mala vida se retira al desierto para hacer vida
eremita, donde contará su vida a un monje llamado Zósino que será el encargado
de trasmitir su historia.
Santa María Egipciaca. Por José Ribera |
Aquí os dejo la conversión de la
santa:
“Oyéndose Zósimo nombrar por su
nombre, no dudó que aquella persona, a quien Dios se le había revelado, era un
alma de gran santidad. Habiéndose cubierto la santa con su manto, salió del
hoyo donde vivía y se fue hacia el santo viejo; éste se puso de rodillas, y le
pidió su bendición; pero la Santa, postrándose a sus pies, le dijo: ¿Te has
olvidado, Padre, de que eres sacerdote y de que a ti te toca darme tu bendición
y rogar a Dios por la mayor y más miserable pecadora que ha habido en el mundo?
Concluida esta pequeña contienda
de humanidad, y levantándose los dos, rogó Zósimo a la santa le dijese quien era y cuanto
tiempo hacía que vivía en el desierto. Después de orar se sentaron y María le
relató su vida: Yo soy una pobre mujer natural de Egipto, que habiendo dejado
la casa de mis padre a los doce años por vivir a mi libertad, me fui a
Alejandría, donde me entregué a todo género de disoluciones por espacio de diez
y siete años. No pecaba por interés, pecaba únicamente por pecar; no
pretendiendo más precio del pecado que el pecado mismo. Creeré que hasta ahora
ninguna mujer ha perdido en el mundo a tantas almas, y que el infierno no ha
suscitado en él cortesana más perniciosa que yo. Viendo un día que concurría hacia
el mar una gran multitud de gentiles para embarcarse a Jerusalén a donde iban, a
celebrar la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, me dio gana de seguir a
la muchedumbre. Embarcándome y me estremezco de horror cuando me acuerdo de los
abominables escándalos de que llené a todo el navío. Viví en Jerusalén como
había vivido en Alejandría, con la misma disolución, con la misma desvergüenza.
Llegado el día de la fiesta, concurrí
con los demás a la puerta de la Iglesia para adorar la santa cruz; pero al
querer entrar, me detuvo poderosamente una mano invisible. Quedé tan
sorprendida, como sobresaltada; hice nuevos esfuerzos, pero todo fueron inútiles;
cuanto más forcejeaba, con mayor fuerza era repelida. Abrí los ojos del alma y
conocí que mis enormes culpas eran las que me hacían indigna de ver y de adorar
el sagrado madero, en que Jesucristo obró nuestra redención. Llena de
confusión, y deshaciéndome en lágrimas comencé a mirar con horror mis
gravísimos pecados; a la confusión le siguió el dolor. En medio de esta
desolación, levanté casualmente los ojos hacia arriba y vi en frente de mí a
una imagen de la Santísima Virgen. Acordándome entonces de haber oído decir
muchas veces que María era madre de Misericordia y refugio de pecadores,
exclamé: Madre de misericordia, apiadaros de esta infeliz y miserable criatura;
refugio sois de pecadores; pues siendo yo la mayor de todas cuantas ha habido,
parece que tengo algún particular derecho a vuestra especial protección. No
merezco, Señora que mi Dios derrame sobre mí aquella abundancia de gracia, hoy
sobre tantas almas fieles como se aprovechan de la sangre de Jesucristo, pero a
lo menos no me neguéis el consuelo de ver y adorar en este día el sacrosanto
madero, en que mi dulce Redentor obró la salvación de mi alma. Yo os prometo,
que después de este favor, que espero por vuestra clemencia, me iré prontamente
a un desierto a llorar por todos los días de mi vida mis enormes culpas y a
vivir tan retirada del mundo que pierda del todo hasta su infeliz memoria".
Animada entonces de una
extraordinaria confianza, me levanté y
partiendo presurosa para la puerta de la iglesia entró sin ninguna resistencia.
Una aveziella tenié
en mano
Assi canta ivierno como verano,
María la tenié a grant honor
Porque cada día canta d`amor.
Publicado en Cuenca, 3 de abril de 2019. Actualizado el 3 de abril de 2024.
Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico
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