San Dimas es
el primer santo de la cristiandad proclamado por el propio Jesucristo en la
cruz momentos antes de morir, según el evangelio de san Lucas, que antes de acabar
el día estaría con Él en el paraíso.
Como es de
dominio público a Jesús se le crucificó en el Gólgota, a las afueras de
Jerusalén, acompañado de dos ladrones: uno a la izquierda y otro a la derecha. El
de la derecha reconoció a Cristo como el Salvador y le pidió que no se olvidara
de él cuando estuviera en su reino.
San Dimas. |
Como lo mío es
la iconografía, les diré que ambos son representados de muy distinta forma,
mientras que a Dimas se le pone mirando a la cara a Jesús y manteniendo una
actitud serena, al mal ladrón se le representa mirando al otro lado y con
notables signos de dolor. En ciertas pinturas aparece un ángel acompañando al
buen ladrón y un demonio al otro condenado.
Hay dos fechas
para este santo, una el veinticinco de marzo y otra hoy, 10 de abril, el motivo
no lo sé, tal vez puede ser cambiante como la Semana Santa, la verdad es que
hoy lo trae mi santoral, por lo que hablaré de este Santo. Diría que hoy al
coincidir con el Viernes Santo viene al pelo.
Dimas,
naturalmente patrón de los ladrones, es el viñador de la hora undécima, y sólo
por haberlo pedido tras arrepentirse al reconocer que era justo que se le
castigara, obtiene la seguridad de salvarse, se le da cita en el Cielo: “En
verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Mc.17,27- Lc.23,
39-43).
Casi nada
sabemos de cierto sobre Dimas, pero seguro que debía ser alguien poco
recomendable, quizás un salteador de caminos, un, desde luego un individuo al
que veríamos con justificada desconfianza y al que nos guardaríamos mucho de
invitar a nuestra casa. Y eso es precisamente lo que hace Jesús, invitarle a su
casa.
Para ello
basta una petición: “Acuérdate de mí
cuando llegues a tu reino”. Una oración muy sencilla y muy pura, que no
pide nada terreno; a diferencia de su compañero, el llamado Gestas, no pide que
se le salve de la cruz, ni invoca ningún merecimiento personal, como
acostumbran a hacer nuestras plegarias.
San Dimas, el
bandido ajusticiado, que inspiraría horror o tal vez comprensión a cualquier
cristiano honorable, resulta que sabe rezar mejor que nosotros, y Jesús antes de
morir le promete lo que no prometió tan explícitamente a nadie más, la gloria
eterna. Por saber pedir, cuando todo estaba perdido, con infinita humildad y
con esperanza.
Publicado en Cuenca, 10 de
abril de 2020 y el 10 de abril de del 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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