Nació en
Monte-Policiano, ciudad de la Toscana, el año de 1274. Sus padres distinguidos
por su nobleza y por su riqueza, pero mucho más por su virtud, no perdonaron a
medio alguno para educarla cristianamente, persuadidos de que Dios la destinaba
para grandes cosas.
Cuentan sus
biógrafos que apenas sabía articular palabra ya gustaba por aprender a rezar.
Cuando estaban enseñándole el Padre nuestro y el Ave María, se lo notó que se
retiraba a un rincón, y que pasaba en él arrodillada muchas horas. Preguntada,
que hacía allí, respondía: “Estoy rezando y aprendiendo la oración”.
A los seis
años decía que quería ser religiosa. Al cumplir los nueve la llevaron al
monasterio de las Saquinas, llamadas así porque traían un escapulario. A los
pocos días fue Inés la admiración de toda la comunidad. Su humildad, la
mortificación de los sentidos, su puntualidad, su fervor, su tierna devoción,
su fervor y su obediencia. Ante dota esta actitud e vida despertó la admiración
de la Superiora y con apenas catorce años no dudo la comunidad de encargarle el
cuidado de lo temporal, cuya administración desempeñó con mucho acierto e
inteligencia.
Informado el
Papa Nicolás IV de sor Inés fue quien indicó que se le diera por abadesa al convento
que acababa de fundar en Orvieto, tan solo contaba con dieciocho años.
Conocidos los
vecinos de Monte-Policiano de la gran pérdida con la que había dejado a los
Proceso de la presencia de sor Inés y acordándose de que había mostrado esta
santa mujer, aún cuando era muy niña de convertir en convento de penitencia la
cada de mujeres públicas, que había en la entrada de la ciudad, la medio
obligaron a ejecutar este proyecto con la intención de que viniera de vuelta a
su pueblo.
Cedió el amor
del retiro al celo de la salvación de las almas, y obteniendo licencia para
hacer la nueva fundación, tuvo el consuelo de ver acabado en muy poco tiempo el
convento. Se formó una comunidad numerosa y entabló en el convento la primera
regla de san Agustín, según el instituto y el espíritu de santo Domingo; y
conseguida del legado apostólico la confirmación, se dedicó enteramente a
formar el edificio espiritual, que estaba empeñada en fabricar al Señor,
cultivando a sus nuevas hijas.
Era admirada
por cuantos la conocían, no se rendía al peso de tanto trabajo y de tantas
enfermedades, pues recibía el consuelo de Dios. Era frecuente mientras oraba la
aparición de los ángeles, de santo Domingo, de san Francisco, de la Reina de
los Cielos y del mismo Jesucristo, ellos
la colmaban de todo consuelo y dulzura interior.
Se obro por su
oración varios milagros entre ellos el hacer brotar un manantial de agua viva
para curar todo género de enfermedades, en la actualidad existe y recibe el
nombre de “agua de santa Inés”. Habiéndole sobre venido a una de las
monjas una fluxión a los ojos que perdió
la vista en pocos días y enterada que los padres de la monja querían llevársela
para curarla, hizo oración por ella y al punto recobró la vista la religiosa.
También resucitó a un niño que se había ahogado en los baños, y por toda Italia
resonaban las grandes maravillas que obraba Dios en Monte –Policiano por
intercesión de sor Inés.
Consumida en
fin al rigor de sus grandes penitencias, prolijas enfermedades y trabajos,
conoció que el Señor la quería para sí y finalmente, sintiendo ya que se
acercaba la última hora, recibidos los sacramentos de la Iglesia y rodeada de
sus hijas, que se deshacían en lágrimas, rindió dulcemente el espíritu en manos
de su Creador hacia media noche del día 20 de abril del año 1317, a la edad de
43 años, habiendo prestado a la vida monacal 36 años.
Publicado en Cuenca, 20 de
abril de 2020 y el 20 de abril de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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