A él se le debe la
fecha de la celebración de la Semana Santa.
Mirando en el
Libro Pontifical, descubrimos que nació en Emesa de Siria y sucedió en el
papado a San Pío I, entre los años 154 y 165. Durante su pontificado
encontramos en Roma muchos orientales ilustres, como san Justino, Taciano y
Hegesipo. Todos acuden a Roma como centro de la unidad cristiana. San Aniceto
nació en Siria, era hijo de un legionario romano.
Hegesipo nos
dice expresamente que ha ido a Roma para beber en su fuente misma la pureza de
la doctrina apostólica.
El más célebre
de todos los orientales llegados a Roma en ese tiempo fue san Policarpo, obispo
de Esmirna y discípulo inmediato de san Juan Apóstol. En su ancianidad
emprendió tan largo viaje para tratar con el sucesor de san Pedro diversos
asuntos relacionados con la fe y las costumbres cristianas. Sobre la fecha en
que debía celebrarse la Pascua no consiguieron entenderse. San Policarpo
sostenía, apoyado en la práctica de Oriente y en el magisterio de San Juan, que
debía celebrarse el 14 de la luna de marzo. San Aniceto, por el contrario,
siguiendo la tradición de Roma y de África, y alegando el ejemplo de san Pedro,
estaba por el domingo siguiente a la luna llena de primavera.
Esta
divergencia de criterio no entibió el amor mutuo que se profesaron ambos. El
Papa ofreció a san Policarpo que presidiera la celebración de la liturgia
eucarística en su propia iglesia, se despidieron con lágrimas en los ojos y se
dieron el ósculo de la paz. La afluencia de tantos orientales a Roma nos prueba
el prestigio de su Cátedra en la Iglesia universal, porque todos reconocían en
sus obispos a los sucesores del príncipe de los Apóstoles.
Los herejes
también tomaban Roma como centro de sus propagandas. Aquí vinieron el gnóstico
Valentín, Marcelino y el heresiarca Marción. San Ireneo nos cuenta la labor de
san Policarpo con estas ovejas descarriadas, durante su estancia en Roma.
Muchos volvieron al redil del Buen Pastor por su celo y prudencia.
Fue sepultado
en el cementerio de san Calisto. En 1590 consta que su cabeza fue trasladada a
la iglesia de los jesuitas de Baviera, donde aún se venera. En el año 1604, al
vaciar las catacumbas de san Calixto sus reliquias fueron trasladadas a Altaemps,
donde el Duque Juan edificó una capilla para guardarlas. Actualmente esa
capilla fue transformada en un edificio público, siendo el único papa que no
yace en un edificio religioso.
Publicado en Cuenca, 17 de
abril de 2020 y el 17 de abril de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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