La fe es el
tesoro más precioso, no sólo para cada alma en particular sino aun para los
estados y el mundo en general. Por esto, en las épocas de intensa religiosidad,
como en la Edad Media, la herejía era considerada como un delito y, después del
anatema de la Iglesia, seguía el castigo de la autoridad civil.
San Pedro,
dominico ilustre del siglo XIII, murió en su oficio de inquisidor el 6 de abril
de 1252, a los cuarenta y seis años. Había nacido en Verona en el año 1206,
cuando en las ciudades del norte de Italia pululaban los herejes valdenses,
albigenses, pobres de Lyón, cátaros y patarinos. En el seno mismo de su familia
reinaba el desconcierto religioso y la herejía. Providencialmente, estudiando
en la Universidad de Bolonia, conoció a santo Domingo de Guzmán y, por gracia
espiritual de Dios, se decidió a verter el hábito blanco de los Hermanos
Predicadores. Desde entonces su vida entera es un anhelo constante de lucha
para convertir herejes, defender la verdad, deshacer sofismas, combatir
errores.
Poseía un don
especial para la predicación y conversón de los herejes. Sus superiores lo
envían a predicar a la Toscana, a la Romaña, la Marca de Ancona, a Bolonia y a
Milán. El año de 1232, Gregorio IX, conocedor de su ciencia y de su celo, lo
nombra inquisidor general. No por esto interrumpe su cargo de predicador. Los
milagros son ya la confirmación y la fuerza de sus palabras. En Milán siente un
día el peso de la batalla y la nube gris del desaliento. Se postra ante los
pies de la Virgen y oye en el secreto del alma aquellas palabras del Evangelio:
“Pedro, yo he regado por ti para que tu fe no desfallezca. Adelante y persevera
en tu primer trabajo”. Desde aquel día el celo de la fe crece en su corazón.
De Milán pasa
a Cesena; de Cesena a Ravena, Mantua y Venecia. Viene a Como, nombrado prior
del convento, con la experiencia de gobierno que había adquirido en las casas
de Plasencia, Génova y Aosta. La luz de la verdad brilla por dondequiera que
pasa. Tiene en sus labios la fuerza del Evangelio de Cristo. Dios le ha hecho
presentir su muerte.
Un día
predicando termina con estas palabras: “Yo
sé que la sinagoga de los malvados ha decidido mi muerte, sé que va está
depositado el dinero que se ha de dar al asesino. Hágase como quieren. No
tardarán en darse cuenta de que mi muerte va a hacerles más daño que mi vida”.
Martirio de san Pedro de Verona. |
Esto lo decía
el Miércoles Santo. El 5 de abril va a Coma de Milán, solo, rezando el
Salterio, cuando en un bosque, a las dos de la tarde, le sorprende un asesino,
que le descarga un golpe de hacha en la cabeza. El mártir cae al suelo, tiene
serenidad para ponerse de rodillas, reza el Credo, ofrece su vida en sacrificio
y con la misma sangre que sale a borbotones de su cabeza, escribe en la tierra
estas palabras, que se han hecho clásicas en las representaciones del Santo: “Credo in Denun” – Creo en Dios. Su
asesino se convirtió después. El Papa Inocencio IV decretó su canonización el
año siguiente y Sixto V introdujo su nombre en el calendario de la Iglesia
universal.
Publicado en Cuenca, 29 de
abril de 2020. Actualizado el 29 de abril de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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