Anselmo nació
en Aosta, ciudad de Piamonte hacia el año 1034, en el año 1033. Era hijo del
conde Gondulfo y de Ermerberga, uno y otro de las más nobles familias de la
Lombardía y del Piamonte. Estudió primero con un clérigo que le enseñó las
letras y luego con los benedictinos de Aosta.
A los veinte
años perdió a su madre y poco después Anselmo resolvió desterrarse de la casa
paterna. Pasó a Francia y aquí, en la Normandía llamó a las puertas del
monasterio de Bec para completar sus estudios. Era allí maestro Lanfranc, de
quien se decía que sabía la gramática como Herodiano; la dialéctica como
Aristóteles; la retórica como Cicerón y la escritura como San Jerónimo y san
Agustín.
Al terminar su
formación científica Anselmo resolvió hacerse también monje. Tenía veintitrés
años. Poco después su maestro Lanfranc era elevado a la sede episcopal de
Cantorbery y Anselmo tenía que sucederle en la cátedra, como discípulo más
aventajado. A la muerte de Herluino abad del monasterio de Bec, el joven
maestro fue elegido para superior de la abadía.
La norma de su
gobierno fue la mansedumbre y bondad. A un abad demasiado riguroso que se
quejaba del espíritu de rebeldía de sus súbditos le escribe: ¿Cómo queréis que
reine en vuestra casa la paz y la disciplina, si sólo alimentáis a vuestros
hijos con la hiel y amargura?
El secreto de
su paz interior o declaró a otro religioso en estas palabras: “Si quieres ser feliz en la vida religiosa
olvídate del mundo y alégrate de que el mundo se olvide de ti”. La calma era
uno de sus rasgos distintivos. Por eso insistía en la renuncia de sí mismo.
Solía decir que el mayor tirano de un religioso es la propia voluntad. El
claustro es el paraíso terrenal para quien puede decir que no vive él sino
Cristo.
El se olvida del
mundo, pero el mundo no lo olvidaba. En el año 1092 fue nombrado para la silla
primada de Cantorbery, a la muerte de su maestro Lanfranc. Desde ahora su vivir
será luchar.
Antes de ser
nombrado obispo, había dicho a Guillermo II: “No te empeñes en amarrar un toro
con un cordero, porque no podrán trillar”. Efectivamente, el monarca inglés no
se pudo nunca entender con Anselmo. Quería ser monarca y Papa al mismo tiempo.
Pretendía disponer con absoluta autoridad en los negocios de la Iglesia y
apropiarse de todos sus bienes.
El nuevo
arzobispo quiso reducirlo a buen camino por las buenas, con exhortaciones y
consejos. No bastó esto y tuvo que excomulgarlo.
Anselmo salió
desterrado de Inglaterra. Peregrinó por el Continente. Lyon, Roma, Nápoles
pudieron admirar su virtud y su ciencia. Asistió como lumbrera a un concilio
primero en Bari y luego otro en Roma. Los honores que recibía en Italia le
hicieron volver a Francia, no sin haber pedido varias veces al Papa que
aceptara su renuncia al obispado de Cantorbery.
A la muerte de Guillermo II volvió a su
diócesis. Tuvo que luchar con Enrique II para defender los derechos de la
Iglesia. Volvió a desterrarse por segunda vez y vino a visitar al Papa. Los
clamores de los católicos ingleses y la influencia de la hermana del rey
lograron que fuera repuesto en su sede, y en ella vivió hasta su muerte.
Dos años
estuvo enfermo, sin que saliese de sus labios otra queja que la de no poder
celebrar la Santa Misa. Durante su última enfermedad descansaba en un lecho
vestido de áspero cilicio. Murió el 21 de abril de 1109.
San Anselmo
fue Santo y el primer teólogo-filósofo. Como san Agustín y todos los grandes
talentos, buscó siempre la paz de su alma en el abrazo de Dios.
Publicado en Cuenca, 21 de
abril de 2020 y el 21 de abril de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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