Los reyes y
emperadores cristianos como: Teodosio, Carlomagno, Alfredo del Grande, Esteban
de Hungría, Eduardo el Confesor, Enrique II de Alemania, Fernando III de
Castilla (El Santo) y Luis IX de Francia, celebraban el día de la Epifanía con
gran devoción y esplendor inusitado.
Imitaban a los
santos Reyes, se postraban a los pies del Divino Niño y le ofrecían ricos
tesoros. Es lo que han practicado con tanta ejemplaridad el pueblo fiel y los
reyes de muchas naciones en otros tiempos más cristianos. En España ha sido
práctica ininterrumpida de nuestros católicos monarcas el presentarse ante el
altar en esta gran solemnidad, en el ofertorio de la Santa Misa, para ofrecer
al Niño Dios, por medio de su representante el ministro oficiante la rica ofrenda
de oro, incienso y mirra.
Roscón de reyes. |
Por largo
tiempo la piedad sencilla y candorosa de pasados siglos de más viva fe, existía
la costumbre de honrar la realeza de los Magos de Oriente, eligiendo a suerte en
cada familia un rey para la fiesta de la Epifanía. Se celebraba un banquete
íntimo en memoria de las bodas de Canaán de Galilea, en el que reinaba la más
sana alegría y a los postres se cortaba en tres partes un pastel, una de las
cuales servía para elegir a suerte el que debía ejercer la efímera realeza. Las
otras dos partes se ofrecían a Jesús y María en la persona de los pobres,
participando así ellos también de la alegría general.
El roscón de reyes se vuelve el
protagonista de la sobremesa de cada 6 de enero, pero hemos de saber que su
origen parte del las fiestas paganas llamas Saturnales,
que hace referencia y honor a Saturno,
dios de la agricultura y cosecha.
Las Saturnales
fue un periodo de celebraciones y alegría en el que la gente del campo no tenía
jornadas de trabajo y por tanto podían pasar esos días, (aproximadamente una
semana) de fiesta y descanso. Durante la semana de celebraciones se realizaba
una torta a base de miel en la que se introducía frutos secos, dátiles e higos.
Esta fiesta se hizo muy popular y siglos más tarde, sobre el siglo II d.C. se
introdujo el haba, ya que ésta se consideraba símbolo de la fortuna y
fertilidad, aquel que en su trozo de torta le tocaba le auguraba prosperidad
durante el resto del año.
Con la promulgación
del Edicto de Tesalónica del emperador Teodosio, por el que se establecía el
cristianismo como la religión oficial del imperio, las celebraciones paganas
fueron cambiando o desapareciendo. La torda de las Saturnales se fue convirtiendo
en roscón de reyes actual.
En el siglo
XVIII al cocinero del rey se le ocurrió introducir dentro del roscón una moneda
de oro para darle una sorpresa al monarca, el pequeño Luis XV, fue a partir de
ese momento cuando tomo más importancia la moneda que el haba.
Según cuenta
la tradición fue Felipe V quien introdujo la modalidad de incluir dentro de la
masa una moneda como premio, que con los años se convirtió en una figurita de
cerámica, a la vez que el haba se convertía en un símbolo negativo. Esta
costumbre del haba fue abandonada con el tiempo, volviendo a aparecer a
mediados del siglo XIX, momento en el que se estableció la nueva fecha del
consumo del roscón, haciéndola coincidir con el día de Reyes y creando un nuevo
trasfondo, adornado de un nuevo ritual, donde el afortunado que le saliera la
figurita era coronado “rey de la fiesta” y el que le saliera el haba, debería
pagas un nuevo roscón, a la vez que se le daba el sobrenombre de “tonto del
haba”.
Publicado en Cuenca, 6 de
enero de 2021 y 6 de enero de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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