La Iglesia ha
querido celebrar con Misa y Oficio propio el Santo Nombre de Jesús. La fecha
litúrgica es el domingo intermedio entre la Circuncisión y la Epifanía. Como
puede ocurrir que no haya ningún domingo entre las dos fiestas, está
determinado que, en este caso, sea el día 2 la fecha litúrgica para la
celebración del Santo Nombre de Jesús. No se trata de conmemorar el día y la
ceremonia de la imposición, que se ha conmemorado el día 1, fiesta de la
Circuncisión. Se trata de celebrar el propio Nombre, el Nombre en sí mismo
considerado.
Dulce nombre de Jesús. |
Fue San
Bernardo quien deseaba que se celebrase con fiesta particular el Santo Nombre
de Jesús e hizo cuanto pudo para logarlo, sin que viese satisfecho tan santo
deseos.
El Papa
Clemente VII, cediendo a las instancias de los Freiles Menores autorizó a los
mismos en 1530 para que celebrasen dicha fiesta en sus conventos el día 14 de
julio. Siena, patria de San Bernardo, obtuvo el mismo privilegio en 1582, y
Florencia en 1684. Por fin, el Papa Inocencio XIII la hizo universal y señaló
para su celebración con oficio propio el segundo domingo después de la
Epifanía. Posteriormente se hizo fijado el domingo comprendido entre la
Circuncisión y Reyes,, y no habiéndolo, el 2 de enero.
Desde tiempo
inmemorial termina la Santa Iglesia todas las oraciones por la invocación del
Santísimo Nombre de Jesús.
Cuenta la
historia que se hallaba Belgrado cercada por las tropas de Mahomet II, y
furioso éste porque el refugio aportado por el valiente Huniades, después de
vences a su flota, había logrado penetrar en la plaza sitiada, dio orden de un
ataque general a la ciudadela. Once días consecutivos de una lucha desigual y cruelísima
pusieron a los cristianos en situación desesperada. Sostenía el ánimo de
los sitiados con palabras confortadoras el gran apóstol San Juan de Capistrano.
A él acudió Huniades para comunicarle la inminencia del desastre. “Tened
confianza, le contestó el misionero, porque defendemos la causa de Dios y Él
estará con nosotros”. Escoge en nombre de Dios cuatro mil guerreros, los
enardece con su elocuencia y les hace prometer que le seguirán a donde quiera,
invocando el nombre de Jesús. Se reanudó la lucha al día siguiente, y en lo más
recio de la pelea aparece Juan de Capistrano enarbolando un blanco estandarte
en el que refulge con grandes caracteres en oro el monograma de Jesús. Le
rodearon los valiente y al grito de ‘Victoria, Jesús, victoria!”, se lanzan
como leones al combate. Nada resiste a su empuje, el nombre de Jesús llena de
valor y los hace invulnerables, y causa tal espanto en los sarracenos que huyen
a la desbandada, logrando los cristianos aquella célebre victoria de Belgrado,
aniquiladora del poderío musulmán.
Publicado en Cuenca, 2 de
enero de 2021 y el 2 de enero de 2023.
Por: José María Rodríguez
González. Profesor e investigador histórico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario