Hoy abrimos el
día recordando a San Juan Crisóstomo, obispo, confesor y doctor, que nació en
Antioquía hacia el año 354. Como otros grandes Padres de la Iglesia del siglo
IV, San Juan Crisóstomo se bautizó muy mayor, probablemente en el 372, de manos
del Obispo Melecio de Antioquía. Su apodo Crisóstomo, que significa boca de
oro, alude a su excepcional elocuencia. Sacerdote de Antioquia, fue nombrado
patriarca de Constantinopla. Su rigor y su celo reformista le crearon una serie
de opositores, formándose contra él un conciliábulo, que le depuso de su silla
patriarcal; siendo desterrado, pero apenas se había puesto encamino de su
destierro, cuando un pavoroso terremoto movió a la emperatriz Eudoxia a restablecerlo
en su silla.
Dos meses
después por haber predicado contra los juegos públicos, de nuevo la emperatriz
Eudoxia cumplió sus amenazas, desterrándolo a una miserable población de
Armenia, a donde llegó muy enfermo y fatigado por los despiadados tratamientos
que sufrió en el viaje. Entones cayó sobre Constantinopla una tempestad de
piedra que hizo horrorosos estragos. La emperatriz murió de muerte repentina y
casi todos los perseguidores de Crisóstomo vieron sobre sí la venganza del
cielo.
Crisóstomo,
que inicialmente fue desterrado a Arabia, y después al desierto de Pitias,
conociendo que había llegado su hora postrera, se cubrió con una vestidura
blanca para recibir la sagrada Comunión, en la iglesia de San Basilisco, donde
entregó al Señor su alma.
Desde el siglo
VI se le viene dando el título de Crisóstomo, boca de oro, porque es el más grande entre todos los oradores de la
Iglesia griega. Pio X le proclamó Patrono especial de la elocuencia sagrada.
Publicado en Cuenca, 27 de
enero de 2020 y el 27 de enero de 2024.
Por: José María Rodríguez
González. Profesor e investigador histórico.
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