Eulogio era mozárabe. Nació en el año 800 en Córdoba, en el seno de una familia cristiana que nunca había apostatado ante el Islam. De su familia recibió la educación sobre la religión de la que se encargó su abuelo Eulogio.
Martirio de San Eulogio |
Como desde pequeño se le veía interesado por los libros de la vida de los santos, fue admitido por los sacerdotes que regían la Iglesia de San Zoilo, en la escuela parroquial, donde recibió estudios de mano del sabio abad Esperaindeo, que gobernaba el Monasterio de Santa Clara en Córdoba.
A los 25 años se ordenó y se entrega por completo a la vida clerical, entrando a formar parte de la comunidad de sacerdotes que servían a la Iglesia de San Zoilo. Su vocación es la soledad, el rezo y el estudio, los coloquios con Dios y la lectura. Ejemplarmente piadoso y ávido de saber. Así lo describe su biógrafo: “Todas sus obras estaban llenas de luz, de su bondad, de humildad y de caridad, dando testimonio del amor a Dios a cuantos se le acercaba. Su afán de cada día era acercarse más y más al cielo, y gemía sin cesar por el peso de la carga de su cuerpo”.
Hasta que llegan tiempos de persecución en los que parece que no hay más salida de que el martirio. Junto a Álvaro, otro niño que siguió sus mismos pasos y que coincidieron en San Zoilo, le pregunta Eulogio: ¿Hay que buscar el martirio? Hay vacilación en su ser en medio de la confusión creada por el arzobispo Recafredo, instrumento de los musulmanes, pastor vendido y acomodado al que Álvaro llama “aquel enemigo sin conciencia”. Casi se produce un cisma, hay mártires, otros se adaptan en un momento de incertidumbre y dudas.
Ante tanta confusión Eulogio emprende viaje a Navarra, donde descubre algo capital para formar su criterio: España no se ha perdido del todo para la fe, existe en el norte una cristiandad muy sólida y rica en cultura. Así, vuelve a Córdoba fortalecido por la experiencia y con numerosos libros que se desconocían en Al Andalus.
Eulogio en Córdoba fomentaba los estudios, crea escuelas y compila librería, todo ello con la intención de defender la religión de sus padres y resucitar el sentimiento cristiano, como decía su amigo y biógrafo Álvaro: “Cada día nos daba a conocer nuevos tesoros y cosas admirables desconocidas. Diríase que las encontraba entre las viejas ruinas o cavando en las entrañas de la tierra. No es posible ponderar debidamente aquel afán incansable, aquella sed de aprender y enseñar que devoraba su alma. Para todos derramaba su luz de siervo de Cristo, luminoso en todos sus caminos: luminoso cuando andaba, luminoso cuando volvía, limpio, nectáreo y lleno de dulcedumbre”.
A finales del reinado de Abderramán II de Córdoba, la intolerancia se hizo más violenta y en los primeros meses del 850 empezaron los martirios y las decapitaciones: primero un sacerdote, después un mercader. Los cristianos protestaron ante el cadí e inmediatamente empezaron a ser torturados y degollados, ya fuesen doncellas o vírgenes, anacoretas o soldados.
A finales del año 851 se presentó en casa de Eulogio la policía y lo llevaron a la cárcel. Aquel encierro llena a Eulogio de alegría, porque le permite convivir con los otros prisioneros, instruirles y alentarles. En este tiempo se puso a escribir el libro titulado Documento Martirual. Eulogio recobra la libertad a los pocos meses.
Las persecuciones arrecian cuando el emir Mohamed I de Córdoba sucede a su padre Abderramán II. Muchas iglesias fueron destruidas y muchas comunidades disueltas. El catálogo de los mártires aumente cada día y Eulogio aumentaba al mismo tiempo las páginas de su Memorial.
La fama de Eulogio saltó las fronteras de Andalucía por lo que al morir el arzobispo de Toledo en el año 858, el clero y los fieles de la sede primada eligieron como sucesor a Eulogio, pero para ello era necesario la aprobación del emir, que no le dejó salir de Córdoba y porque Dios quería poner sobre su cabeza la corona del martirio, por la cual él había suspirado tanto.
El día 11 de mayo del 859 fue condenado a muerte. Cuando fue llevado al suplicio, al salir del palacio, un eunuco le dio una bofetada, y sin quejarse le presentó la otra mejilla. Ya en el cadalso, se arrodilló, tendió las manos al cielo, pronunció en vos baja una breve oración y después de hacer la señal de la cruz en el pecho, presentó tranquilamente la cabeza. Eran las tres de la tarde del 11 de mayo del año 859.
Los fieles de Córdoba recogieron los sagrados restos y los sepultaron en la Iglesia de San Zoilo. En el año 883 fueron trasladados sus restos de Córdoba a Oviedo, conservándose su urna al día de hoy en la Cámara Santa de Oviedo.
Publicado en Cuenca, 9 de enero de 2021 y el 9 de enero de 2024.
Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Croiset. Madrid. 1846.
-La
casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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