Nació en el 628, fue abad del monasterio
de San Agustín, cerca de Canterbury. Este hombre es uno de los santos civilizadores de Inglaterra, un inglés apasionado por los libros, el arte y la belleza, los nuevos procedimientos de su construcción y decoración, y además muy romano, que quiso enseñar a sus compatriotas el canto litúrgico de San Gregorio, la voz más pura de la Iglesia.
San Benito Biscop. |
Fue un noble
anglosajón que formaba parte de la corte del Rey Oswy, y que a los veintitantos
años renunció al mundo para hacerse benedictino en el sur de Francia, cambiando
su nombre de Biscop por el de Benito. Desde Lérins, cerca de Cannes, volvió a
Roma (donde ya había estado dos veces) con la intención de instalarse allí,
pero el Papa dispuso que regresara a la Gran Bretaña para consolidar la obra
evangelizadora de San Agustín y sus compañeros.
Así, en su
tierra natal, la Nortumbria, en el noreste de Inglaterra, lo que hoy es el
condado de Durham, fundó los monasterios de Wearmouth y Jarrow, que puso bajo
el patronazgo de San Pedro y San Pablo, e importó del continente los mejores
artesanos, los mejores libros, los objetos más bellos, todo le parecía poco
para el esplendor del culto y para contribuir a la piedad y al saber de sus
monje.
Él mismo no
dejaba de ser un monje un tanto sorprendente por su inquietud y sus afanes
viajeros. Hizo en total nada menos que cinco viajes a Roma, en una época en la
que cada uno de estos recorridos era una tremenda aventura y por contraste los
tres últimos años de su vida en cama, inmovilizado por una cruel enfermedad durante
la cual se mostró ejemplar y paciente.
El cisma
anglicano borró del mapa la parte visible de su obra, pero la memoria más
antigua de los ingleses está en san Beda, el gran discípulo de San Benito, que
nació en Wearmouth y murió en Jarrow.
Publicado en Cuenca, 12 de
enero de 2021 y el 12 de enero de 2024.
Por: José María Rodríguez
González. Profesor e investigador histórico.
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