El Martirologio Romano nos presenta hoy a una familia cristiana rica y noble, modelo de unión, fe y valentía. Se trata de dos esposos, con sus hijos, que pudiendo vivir cómodamente en su tierra de Persia, renuncian a todo y se vienen a Roma, centro del catolicismo, para ejercitar la caridad y dar su sangre por Cristo.
La fiesta de estos cuatro héroes es desconocida en los antiguos Sacramentarios romanos y no entró en el calendario vaticano hasta el siglo XII. Es posible que la primera inserción en el calendario romano se hiciera con ocasión de la traslación de sus reliquias a la iglesia de Santa Práxedes donde descansan en la actualidad.
Corrían os tiempos del emperador Claudio Gótico, que reinó del 268 al 270. Los godos habían pasado el Danubio en número de unos trescientos veinte mil y Claudio tuvo que salir precipitadamente para contenerlos. Obtuvo una resonante victoria sobre los bárbaros, pero la peste estalló en su propio ejército y él mismo murió en Sirmio, cuando no había aún los dos años de reinado.
Durante su ausencia, el Senado desencadenó una violenta persecución contra los cristianos. Los Pasionarios de los mártires nos hablan de doscientos cincuenta inmolados en la Vía Salaria; de Quirino, que murió el 15 de marzo, y de otros muchos de diversas fechas desde la primera de marzo del año 269 hasta el 20 de enero de 270.
Entre estas víctimas del reinado del segundo Claudio se cuentan los santos Mario, Marta, Audifaz y Ábaco. Sus Actas están bastante interpoladas, pero son interesantísimas en la descripción que hacen del martirio.
Padres e hijos procedían de Persia y se habían establecido en Roma, con el puro fin de emplearse en servicios de los confesores de Cristo. Visitaban las cárceles, consolaban, socorrían con obras y dinero a todos los cristianos detenidos.
Un día los sorprendieron en su propia casa y la familia entera fue llevada a la cárcel. El juez hizo golpear con barras de hierro a Mario y a sus dos hijos en presencia de Marta. Luego los hizo extender en sendos potros. Santa Marta, lejos de llorar o enternecerse, se sumó valiente a las protestas de fe y heroísmo de su marido e hijos. Entonces el juez Muscio hizo que les cortasen las manos a los tres varones en presencia de su madre. Ella se acercó a los cuerpos mutilados, llenó sus manos con la sangre que manaba de las heridas y se urgió el rostro, en prueba de veneración y cariño. Muscio entonces mandó que también le cortasen las manos y, colgadas al cuelo, las paseasen a todos por la ciudad, para decapitarlos después en la Vía Cornelia.
Publicado en Cuenca, 18 de enero de 2021, actualizado el 19 de enero de 2024.
Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Croiset. Madrid. 1846.
-La
casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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