Cerrando el
mes de enero nos encontramos con un cura piamontés, de mediados del siglo XIX,
que se desesperaba al ver los barrios pobres de Turín convertidos en enjambres
de muchachos sin hogar que habían acudido a la ciudad huyendo de las miserias
campesinas, y que en su ignorancia y en medio de los peores ambientes eran
verdaderos paganos empujados al vicio y a la delincuencia.
A remediar
este mal dedicó toda su vida Juan Bosco, enseñando a los que no sabían nada de fe y el
medio honrado de ganarse el sustento, siempre con la norma de no castigar nunca
a nadie, de atraer a todos con la bondad y la simpatía. Para eso fundó una congregación
de sacerdotes, los “Salesianos”, nombre de es un homenaje a San Francisco de
Sales por quien sentía una gran admiración. Para la juventud femenina, fundó la
congregación de las Hermanas de María Auxiliadora.
Daba
alojamiento, enseñaba oficios en sus talleres, corregía a los desviados;
posteriormente se multiplicaron las escuelas, hubo hospitales y hasta misiones,
y la obra de Don Bosco se extendió por el mundo entero al impulso de una fe en
la Providencia que no tenía límites y que le permitió superar la política
anticlerical de las autoridades, la escasez de medios económicos y la incomprensión
de muchos eclesiásticos.
Nació en
Becchi, cerca de Turín, el 15 de agosto de 1815. Quedó sin padre a los dos años
y su madre tuvo que hacer prodigios de valor y de trabajo para sacarlo adelante
a sus dos hijos y un hijastro. Por todo ello San Juan Bosco conoció la dureza
de los trabajos campesinos, estudiando de noche, luego fue mozo de café, sastre,
zapatero, carpintero, herrero y los domingos se hacía acróbata e ilusionista
para atraer a los niños y poderles hablar de Dios.
Por todo ello
este Santo esperanzado, alegre y trabajador, es además de patrón de las
escuelas de artes y oficios, es también patrón del ilusionismo y del cine.
En el año 1874
aprobó el papa Pío IX la Regla de Don Bosco y desde entonces su Congragación de
Padres y Hermanos Salesianos siguió en constante aumento. A morir el fundador,
el 31 de de enero de 1888, había doscientos cincuenta casas de religiosos, que
cuidaban de ciento treinta mil niños. De ellos habían salido seis mil sacerdotes
y muchos militares, letrados y maestros. Se había realizado el sueño de los
nueve años en el que un grupo de niños que se divertían jugando y blasfemando
eran convertidos en hombre de provecho social por la caridad y la dulzura.
Publicado en Cuenca, 31 de
enero de 2020 y el 31 de enero de 2023.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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