lunes, 22 de enero de 2024

Santos del día 23 de enero: San Ildefonso (607-667) y San Juan el Limosnero (560-619).

     Comenzaremos por San Juan el Limosnero que vivió un siglo antes que San Ildefonso.

Juan el Limosnero. Hermoso nombre el de este obispo de Alejandría que al morir sólo dejó el tercio de un céntimo, que legaba a los pobres, a quienes solía llamar “mis señores”. Dicen que fundó setenta iglesias y dos monasterios, y se le atribuye una caridad incansable, haciendo que se volviera a dar limosna a un mendigo insistente que en el curso del mismo día reiteraba sus peticiones.
San Juan el Limosnero.

¿Quién nos dice que no es Jesucristo que trata de poner a prueba nuestra generosidad o de averiguar quién se cansa antes, si Él de pedir o nosotros de dar? Por si acaso, socórrele, mandaba a su mayordomo. Si dar a pordioseros, como su nombre indica, es dar a Dios, debería parecer una oportunidad de oro.

No era mala norma la del Santo. A ver quién se cansa antes, si unos de pedir u otros de dar, si unos de ofender u otros de perdonar, si unos de hacer el mal u otros de devolver el bien. Obstinado forcejeo que no espera corresponder, sino todo lo contrario.

Pasar a la historia con este apelativo de limosnero es uno de los honores más grandes que pueden concebirse. Han pasado catorce siglos desde que vivió este personaje, y su apodo todavía nos conmueve. Esa obsesión por dar, por desposeerse, parece la sabiduría más alta, que comparte con tantos santos, pero que en él es una especialidad.

Contra esta virtud nos defendemos con la prudencia: ¿Y si los pobres nos engañan, si son unos granujas desagradecidos, si obran de mala fe, si son holgazanes, si luego se lo gastan en bebida, en vicio? Cuantas preguntas, todas razonables, hay que admitirlo. Juan el Limosnero no era razonable, porque debía de pensar que si Dios examinase con tanto rigor nuestras peticiones nunca recibiríamos nada.

Después de estos razonamientos con relación a San Juan el Limosnero entramos en nuestro santo toledano San Ildefonso.


San Ildefonso fue discípulo de San Isidro de Sevilla y de su tío San Eugenio, eligió la vida religiosa, quizá venciendo la dura oposición de sus padres, y se recluyó en el monasterio de Agali, “asilo de paz entre las alamedas del Tajo, templo de virtud y de saber que dado ya tres pastores a la capital del reino” (fray Justo Pérez de Urbel). Fue abad de Agali hasta que en el 657 se le eligió arzobispo de Toledo, cabeza de la monarquía visigoda.
San Ildefonso. El Greco.

En la historia de la mariología, San Ildefonso es el autor de un importante tratado sobe “La virginidad perpetua de María”, el primero en su género debido a la Iglesia española, de inspiración vehemente y llena de fervor: “¿Puede dar ramas de muerte el tronco de la vida? El huerto cerrado en que brotó la flor de la peregrina virginidad, ¿había de producir abrojos y serpientes? La fuente de la vida, sellada con el pacto virginal, ¿manaría el cieno de la impureza?”.

Pero su popularidad la debe a una tradición que supone que la Madre de Dios, rodeada de ángeles, bajo a sentarse en su sede episcopal para hacerle entrega como muestra de gratitud de una casulla. Velázquez, Zurbarán, Murillo, Rubens y otros muchos pintores han representado la escena, para la que Lope encontró bellísimas palabras:

Desde el cielo a Toledo se entapizan

Los aires de celestes cortesanos.

Aunque ya Gonzalo de Berceo lo haba descrito de un modo más arcaico e impregnado de sencilla emoción:

Fízole otra gracia, cual nunca fue oída,

Dioli una casulla sin aguja cosida,

Obra era angélica, non de ome texida.



Publicado en Cuenca, 23 de enero de 2021 y el 23 de enero de 2023.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

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