Dos
festividades se nos aproximan, la de Todos
los Santos y seguidamente la de Los
Fieles Difuntos. Todos los años, el último domingo de octubre, manda el
Papa que se celebre la fiesta de Cristo Rey. Este año aunque hoy no sea domingo
bien vale hacer una reflexión sobre nuestras creencias religiosas. El 11 de
diciembre de 1925, al cerrarse el Año Santo, publicaba Pío XI en la Encíclica Quas primas, monumento litúrgico a la
realiza de Cristo más duradero que el bronce, que mucho tenía que ver con esta
festividad.
La festividad
de Cristo Rey se proponía por parte de los liturgistas, en un principio, en las
siguientes fechas: el domingo que sigue a la Epifanía, a la Ascensión, al
Sagrado Corazón. El Papa escogió el domingo que precede a la fiesta de todos
los Santos, que son los nobles y grandes de este reino.
Cuando esta
sociedad impulsa, por lo menos aparentemente, el ideal de la realiza humana, la
Iglesia propone con toda solemnidad la realiza de Cristo. Y es que la soberanía
de Cristo no tiene que ver nada con la de los hombres. Ni en su origen, ni en
su base, ni en su fin tiene nada que ver con la de los reyes de la tierra. Más
de una vez opone Jesús su reinado al de los hombres. “Mi reino no es de este
mundo”, dice a Pilatos. “Si mi reino fuera como el de los hombres, yo tendría
soldados que defendiesen en mi persona e impidieran mi entrega a los judíos”
(Jn. 18, 36),
Cristo legisla
para el corazón, porque sólo su mirada penetra hasta allá dentro: El premia o
castiga las obras del corazón; El enjuga las lágrimas del corazón y El lo
alegra e ilumina con los rayos del iris de la paz. Las fuerzas de las armas y
de los ejércitos se estrellan siempre ante las puertas y las murallas del
corazón humano. Ningún hombre, por grande y poderoso que sea, puede imponer a
otro sus ideas y su voluntad. Los tiranos más prepotentes se han quebrado ante
la virgen casta y creyente, que había consagrado la pureza de su corazón a
Cristo. El homenaje más puro, más hondo y completo es el homenaje del amor. Ni
César ni Napoleón pudieron con las armas ser amados. Cristo con la caña, con
las espinas y con la Crus “atrae hacia sí todas las cosas”, es el Rey del amor.
Por esto Cristo no es un Rey; es sencillamente Rey.
Cuenca, 31 de
octubre de 2019 y el 31 de octubre de 2024.
José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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