Hoy el Santoral nos trae a dos ascetas rigurosos, intransigentes, coinciden en el calendario desde tiempos antagónicos de la historia humana: la primera mitad del siglo XVI, cuando España y sobre todo Extremadura se lanzaban a la conquista y evangelización del nuevo mundo, y la Italia del siglo XVIII, con un cristianismo amenazado y a la defensiva.
San Pedro de Alcántara. |
La mortificación y el sacrificio los identifica a ambos, llevada hasta el extremo que hoy casi parece increíble, sacando de la penitencia las fuerzas espirituales que necesitaban; y los dos también avasalladores en la acción. Pedro reformando, predicando, alentando a santa Teresa.
Santa Teresa dice que jamás le negó el Señor nada de cuanto le pidió por los méritos de fray Pedro. Así llamaba ella al Santo que hoy celebramos y cuya gloria vio después de muerto. “Cuando expiró me apareció y dijo cómo se iba a descansar y que bienaventurada penitencia, que tanto premio le había merecido”.
En vida se trataron personalmente y se entendieron, como se entienden todos los Santos entre sí. Se vieron por primera vez en Ávila, el año 1560 cuando santa Teresa se encontraba por todas partes sola y mal comprendida: “Fue el Señor servido remediar gran parte de mi trabajo, y por entonces todo, con traer a este lugar al bendito fray Pedro de Alcántara”.
Lo más característico de san Pedro de Alcántara no es su historia externa, sus fundaciones, sus predicaciones; fue su penitencia, su espíritu de oración y de pobreza. Con razón se le ha llamado pasmo de penitencia, maestro de contemplativos y paupérrimo entre los pobres. Fundó la orden de los pasionistas, predicando asimismo, escribiendo admirables cartas de dirección.
San Pablo de la Cruz. |
Es el criterio sobrenatural sin compromiso que se aferra a Dios y olvida todo saber humano, toda conveniencia de este mundo. Como Pablo de la Cruz, que hizo honor a su elegido nombre y que quería vivir en la contemplación de la Pasión de Cristo sin atender a nada más, reproduciendo en su vida el dolor y la entrega redentora del Hijo de Dios.
Uno y otro, en dos momentos tan dispares de la humanidad, señalan la primacía de la penitencia para la santificación propia y de los demás; la penitencia que asusta a nuestros contemporáneos, que han hecho de esta palabra un tabú, y que ellos abrazan como un duro modelo de forja interior que limpia de todo lo malo e inútil y sirve de camino real hacia la altura.
Publicado en Cuenca, 19 de octubre de 2020 y el 19 de octubre de 2024.
©José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Croiset. Madrid. 1846.
-La
casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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