jueves, 3 de octubre de 2024

San Francisco de Asís (1181-1226). Festividad del 4 de octubre.

 Nació en Asís en el año 1181 y le dieron el nombre de Juan en el bautismo, pero una circunstancia casual, el hecho de que su padre se encontrara en Francia al tiempo de su nacimiento, determinó que fuera siempre designado con el nombre de Francisco, el Francés.

Hasta los 25 años vivió como uno de tantos jóvenes, alegre, divertido y amigo de fiestas, tan derrochador y pródigo, que entre sus parientes se decía: más parece un príncipe que el hijo de Prietro Bernardone.

Para defender a su patria contra Perusa tomó las armas a los veinte años y fue hecho prisionero. En el año 1202 se alisto otra vez en el ejército de Inocencio III. Un sueño lo desvió de la batalla. Oyó que le llamaban por su nombre, le daban una palmada en el hombro y lo conducían a un hermoso palacio, en el cual habitaba una bellísima desposada.

Alentado con el sueño salió para Apulia y en Espoleto oyó una voz que le decía: “Francisco, ¿a quién es mejor servir, al amo o al criado? Respondió que al amo. “¿Por qué, conviertes en amo al criado?”, replicó la voz.

Su alma se abrió a la luz y respondió, como Pablo: “¿Qué quieres que haga?” “Vuelve al lugar de tu nacimientos y allí se te dirá lo que debes hacer”.

De Espoleto volvió enteramente cambiado a Asís. Todos se lo notaron; no era el joven divertido de antes. Peregrinó a Roma. Vuelto a Asís, un día yendo a caballo se encontró en el camino un leproso que le extendía la mano, se bajó del caballo, le dio una limosna, le besó la mano y lo abrazó. Así quedaba roto el lazo con el pasado.

Empezó por cuidar de los leprosos; frecuentaba sus chozas y les llevaba limosnas y besaba siempre sus manos. Los chicos se reían de él, le arrojaban piedras y lodo, y su propio padre, avergonzado e iracundo, lo desheredó y maldijo. Francisco por toda respuesta, contestaba: “De hoy en adelante quiero decir: Padre nuestro que estás en los cielos”.

Por ese tiempo, un caballero con cáncer en la boca, que venía de visitar el sepulcro de San Pedro, besó las huellas de San Francisco. El Santo, avergonzado, le besó y lo sanó instantáneamente.

En el campo de Asís había una ermita de la Virgen, llamada Porciúncula. Fue el lugar predilecto de Francisco y de sus compañeros, pues en la primavera del año 1209 no estaba ya solo; se le habían unido algunos valientes que pedían también limosna, trabajan el campo, predicaban, visitaban y consolaban los enfermos.

En 1224, en el retiro de Monte Albernia, llegó a la máxima unión con Cristo con la impresión de las llagas, y desde allí lo sacaron como reliquia viva. Se acercaba su muerte y quiso que lo llevasen a Asís.

En la agonía, los frailes debían colocarlo en el suelo. Hasta el fin estuvo yacente sin hábito en la desnuda tierra, mientras le leían, por expreso deseo suyo, la Pasión, según San Juan. Hecha la lectura, quiso lo colocasen sobre una tela de saco y lo rociasen con ceniza, preanunciando su entierro, porque, siempre cortés, quería dispensar buena acogida a la hermana muerte, con todas sus pompas austeras.

Rodeado de sus frailes, en dolorosa y reverente expectación murió el 4 de octubre de 1226. Uno de los frailes, santo varón, en aquel mismo momento vio un brillante globo de fuego, llevado por una nubecilla, ascendiendo como si atravesase muchas aguas, en dirección al cielo. A los dos años, el 16 de julio de 1228, el Padrecillo de Asís era canonizado por Gregorio IX.

Publicado en Cuenca, 4 de octubre de 2020 y el 4 de octubre de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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FUENTES CONSULTADAS:

-Año Cristiano para todos los días del año. P. Croiset. Madrid. 1846.

-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.

-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.

 

 

 

 

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