Siempre es grato hablar de una madre y en este caso se trata de la madre de Santiago Apóstol. Hay recelos en añadirle a Salomé el nombre de María, pues en los Evangelios sólo la nombran como Salomé, pero en el Martirologio romano se nombra con el nombre completo de María Salomé.
Los griegos modernos hacen a Salomé hija de San José para dar a sus hijos el honor de ser hermanos de Jesucristo, de cuya opinión prescindimos, pues muchos santos padres forman la genealogía en otros términos para demostrarnos el parentesco del Redentor con aquellos.
Lo cierto es que fue mujer de Zebedeo, y madre de Santiago el Mayor, y de Juan Evangelista, nacida en Betsaida de Galilea; y aunque no tenemos noticias individuales de las acciones de su vida, fuera de las que nos aseguran los Evangelistas, por la historia de estos sabemos que se unió Salomé a la Santísima Virgen, y a otras piadosas mujeres que siguieron al Salvador en su predicación, tanto en Galilea como en Judea, a quien se acercó en una ocasión con sus dos hijos pidiendo al Señor les concediera la singular gracia de sentarles en su reino uno a la diestra y otro a la siniestra: cuyo deseo da a entender muy bien la fe que tenía de la divinidad y de la grandeza de Jesucristo, al que dio las mayores pruebas de su amor, acompañándole no solo en sus predicaciones, sino en su pasión y muerte, sin temor de los judíos, capitales enemigos del Masías verdadero, prometido en la ley y en los profetas; permaneciendo en el Calvario al pie de la Cruz con la Santísima Virgen.
También quiso estar presente en su sepultura con María de Cleofás y María Magdalena, para observar donde y como pusieron el cuerpo de Jesús, no sin designio; pues luego que volvieron a Jerusalén, aunque pasaron todo el sábado sin hacer cosa alguna, por no contravenir a lo ordenado en la ley, prepararon aromas y perfumes para embalsamar el cadáver; a cuyo fin en la siguiente mañana, que era el día primero de la semana, pasaron muy temprano al sepulcro, y aunque se les ofreció la dificultad sobre quién les apartaría la gran losa de la entrada, notaron que estaba separada, luego que llegaron al mismo sepulcro, donde no hallando el cuerpo del Señor, vieron a unos ángeles vestidos de blanco que las manifestaron como había resucitado Jesús; previniéndolas que llevasen esta alegre nueva a los Apóstoles y discípulos del Señor, a quien vieron en el camino y lo adoraron.
El Martirologio romano señala su muerte en Jerusalén; otros la ubican en Provenza: verificándose lo que aseguran los antiguos en la conjunción de la fiesta de esta célebre santa con la de San Marcos, obispo de Jerusalén. Los griegos creen tener en Constantinopla los cuerpos de las santas mujeres que llevaron especies aromáticas para embalsamar el cuerpo de Jesús, en una Iglesia de la Santísima Virgen, construida a expensas del emperador Justino II, o más bien en la de Santiago el Menor, que había edificado aquel príncipe. Y como el Martirologio romano señala otra fiesta en el 25 de mayo en calidad de traslación de Santa María Cleofás, por la que se hizo de esta santa a Veroli, en Italia, por esto se piensa que María de Cleofás y Salomé vinieron a habitar a aquel después de la muerte de la Virgen, cuya opinión vulgar no tiene algún sólido fundamento; del que carece otra que supone conservarse los cuerpos de ambas en una pequeña población de la Provenza, llamada las tres Marías, donde se celebra, así como en la ciudad de Arlés, el pretendido descubrimiento de los dos cuerpos de María Cleofás y Salomé, en el día 3 de diciembre. También opinan algunos españoles que María de Cleofás vino a Espala en compañía de nuestro patrón el Apóstol Santiago el Mayor, y que murió en Ciudad-Rodrigo, los cuales no hablan de Santa Salomé, cuya festividad por lo dicho tiene adoptada nuestro calendario siguiendo el Martirologio romano.
Publicado en Cuenca, 22 de octubre de 2020 y el 22 de octubre de 2023.
©José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Croiset. Madrid. 1846.
-La
casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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