jueves, 31 de octubre de 2024

La fiesta de Todos los Santos. 1 de noviembre. Motivos de esta fiesta

      La Iglesia ha trazado en el año litúrgico toda la historia del linaje humano. Como dice Goethe, “en Roma es donde hay que buscar el secreto de la inteligencia serena”. Las cuatro semanas de Adviento que terminan en la Natividad del Salvador, nos recuerdan los milenios que precedieron al advenimiento del Mesías. El tiempo que transcurre desde Navidad a Pentecostés nos recuerda la vida oculta, pública y gloriosa del Redentor; termina por fin el ciclo litúrgico con la Ascensión del Señor y la fundación de la Iglesia. El intervalo que media entre Pentecostés y la festividad de Todos los Santos nos representa el tiempo de destierro de la Iglesia en este valle de lágrimas y termina con el recuerdo de una fiesta en el cielo.

El cielo es el término de la vida cristiana, es el fin y lugar de la recompensa de nuestros trabajos, la patria feliz e inmortal donde se halla el mismo Dios, recompensa eterna de los buenos. El pensamiento del cielo, es el secreto de la fuerza y del consuelo mientras dura el destierro, y es el propio tiempo el pensamiento grande y sublime que concreta la fiesta de “Todos los Santos”.

La Iglesia ha tenido cuatro razones para establecer la festividad de Todos los Santos, y ha rodeado del mayor esplendor los actos litúrgicos.

La fiesta de muchos santos pasa inadvertida para gran número de fieles, a los que el ajetreo de sus ocupaciones no permite asistir a los oficios del culto los días de trabajo; con la institución de esta festividad, la Iglesia les da ocasión de satisfacer su piedad y reparar esta deficiencia.

Esta fiesta es ocasión propia para reparar igualmente los abandonos y desvíos que cometemos con los Santos en general y con nuestros patronos de modo especial.

Publicado en Cuenca, 1 de noviembre de 2020, y 1 de noviembre de 2024.

Por José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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