De Procopio
sabemos que fue un comerciante extranjero, un católico alemán, que tenía su
comercio en Novgorod.
Como testigo
próximo y veraz, Eusebio de Cesárea nos cuenta lo poco que se sabe de este
humilde mártir: que vivía en Scitópolis, donde era lector, exorcista y
traductor de las Escrituras, y que era hombre muy espiritual y mortificado que
sólo vivía de pan y agua.
Por sus
sacrificios, fue distinguido con el don de la clarividencia. Un día se inclinó
ante una niña de 3 años y les dijo a los presentes: “He aquí a la madre de un
gran santo”. La niña fue la madre de Jerarca Esteban de Perm.
Cuenta sobre
Procopio que un invierno hizo tanto frío que hasta los pájaros se helaban en
vuelo, Procipio buscaba refugio y en las casa no lo recibían y se estaba
congelando. Repentinamente comenzó a soplar una templada brisa celestial y un
ángel rozo su rostro entrando en calor y le volvieron las fuerzas. Este milagro
fue relatado por Procopio a Simón, un clérigo de la catedral; además le pidió
no difundirlo antes de su muerte.
Otro de los
milagros que se cuentan es que Procopio deambuló por la ciudad instando a los
habitantes a arrepentirse y rezar, para que el Señor salvara a la ciudad del
destino de Sodoma y Gomorra (Gn. 19), nadie le creía. De repente apareció en el
cielo una nube negra que cada vez se hacía más grande hasta cubrir toda la
ciudad, centenares de rayos y truenos la envolvieron. El ruido de la tormenta
tapaba el clamor de los habitantes que vieron en aquello su destrucción y
muerte. Acudieron a la catedral donde hallaron a Procopio rezando delante de la
imagen de la Anunciación. Una fragancia lleno el templo y la mirra fluía de la
imagen que era tan abundante que se llenaron todos los recipientes que había en
el templo. La gente se untaba con ella y se curaba de sus males. Cuando
Procopio se levantó de orar un aire fresco envolvió el templo y volvió a salir
el sol.
En el año 303
falleció en las puertas del monasterio de Arjangelsk. Sobre su tumba ocurrieron
muchos milagros.
Publicado en Cuenca, 8 de
julio de 2020 y el 8 de julio de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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