martes, 30 de julio de 2024

31 de julio. San Ignacio de Loyola.


Inmenso personaje de la historia humana, uno de los hacedores del mundo moderno, radical como un soldado, que es lo que era, viviendo su ideal con un ímpetu irresistible que le valió grandes odios, símbolo de una Iglesia luchadora que no se resigna a la pasividad y que pelea por la gloria de Dios. Un militar siempre de servicio.

La vida de San Ignacio se puede dividir en tres períodos que reflejan la grandeza de alma. En los treinta primeros años (1491 a 1521) fue cortesano y pecador, soldado valiente y desgarrador. Desde 1521 hasta 1540 se hace penitente, estudiante, peregrino del ideal de la mayor gloria de Dios. En 1540 hasta su muerte, que ocurre en el año 1556, llega a la posesión de su ideal e Ignacio es capitán de la Compañía de Jesús, legislador y vencedor en muchas batallas.
San Ignacio de Loyola

El menor de doce hermanos, “era recio y valiente, muy animoso para emprender cosas grandes, de noble ánimo y liberal y tal ingenioso y prudente en las cosas del mundo”.
Se cuenta que un día iba solo por la acera y frente a él venía una hila de gente que no le cede el paso, sino que le empuja contra la pared. Ignacio saca su espada y arremete contra todos dispuesto a morir por defender su honor.
En otra ocasión, sitiada Pamplona por los franceses, Ignacio está allí como capitán. El peligro es grande. No hay sacerdote y él pide perdón a Dios y confiesa sus pecados a un compañero, así  es su fe de cristiano. El comandante herrera y otros capitanes quieren rendirse, sólo Ignacio se interpone. Sólo al caer herido por una bala de cañón, Pamplona se rindió a los franceses.

En la larga convalecencia en Loyola cae providencialmente en sus manos la vida de Cristo y de los Santos. Su alma empieza a abrirse a un nuevo mundo de grandeza.
El ideal de la mayor gloria de Dios va tomando forma y los primeros compañeros de Alcalá y Salamanca le fallan y en París encuentra los que han de ser capitales de la Compañía de Jesús, que él ha de dirigir como general.

El primero que se le juntó para nunca dejarlo fue Fabro, sigue Javier, luego Laínez, Salmerón Rodríguez, Bobadilla. El 15 de agosto de1534 hacen sus primeros votos en Montmartre y nace la Compañía de Jesús, que es confirmada por el Papa Paulo III en 1540.
Bajo el gobierno de San Ignacio desde 1540 hasta 1556, en que muere en Roma, la Compañía de Jesús se consolida y multiplica; pele las primeras y más gloriosas batallas de Dios. La última de las religiones y el primero en las misiones, Javier, lleva la fe hasta el centro de Japón; otros se derraman por las islas de Oceanía, nunca visitadas por el celo apostólico; otros llegan al Indostán, Brasil y Etiopía. Fabro santifica con los ejercicios de San Ignacio a lo más grande de las cortes del emperador, del rey de Portugal y del príncipe Don Felipe. Laínez y Salmeron asombran con su talento y sabiduría a la más augusta asamblea del orbe, se abren colegios y universidades en toda Europa y en Roma el Colegio Romano y Germánico para la formación de apóstoles. Al morir el 31 de julio de 1556 dejaba un millar de hijos, que con el tiempo se habían de multiplicar hasta los 34.000 jesuitas que hoy están esparcidos por todo el mundo bajo las órdenes directas del Papa, animados de su propio celo y grandeza de alma.

Estuvo 15 años al frente de la Compañía de Jesús. Murió el 31 de julio de 1556 y su cuerpo fue inicialmente sepultado en la iglesia de Santa María de la Strada, fue trasladado a la iglesia de Gesú, sede de la Compañía. El papa Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622.

Cuenca, 31 de julio de 2019. Actualizado el 31 de julio de 2024.
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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