Nació san
Alfonso en Marianella, arrabal de Nápoles, el 1696 y murió en Nocera degli
Pagano el 1 de agosto de 1787. Cuando estaba aún en la cuna, un viejo
misionero, san Francisco de Jerónimo, le cogió en sus brazos y le profetizó su
futuro: “este niño será obispo, vivirá cerca de cien años y hará grandes cosas”.
Larga y
fecunda vida la de este retoño de noble napolitanos que fue abogado brillante,
sacerdote, fundador, misionero, músico, poeta, obispo, un poco arquitecto, gran
predicador, penitente, y todo ello en el siglo de Voltaire; fue también el
teólogo de la Virgen, y en medio de los equívocos de la Iglesia jansenizada, el
campeón de la misericordia de Dios y de los merecimientos universales de la
muerte de Cristo.
Murió
nonagenario después de una gran tarea dedicada a reparar, a rehacer y reconstruir
todo lo que la Ilustración y el jansenismo estaban socavando; un santo tenaz y
resistente que acude a cerrar todas las brechas que abre en la casa un tiempo
descristianizado y sin Dios.
En el año 1762
fue consagrado obispo. El Santo se había resistido, pero al fin no tuvo más
remedio que ceder. Cuando le comunicaron la primera noticia, había respondido: “no
cambiaré la Congregación del Santísimo Redentor por todos los reinos del Gran Tueco”.
Tuvo que cambiarla por el palacio episcopal de Santa Agreda, una pequeña
ciudad, entre Capua y Benevento. La característica de su gobierno episcopal fue
la conciencia en el cumplimiento de sus obligaciones pastorales y su espíritu
de caridad.
Los últimos
años de su vida fue muy afligido con escrúpulos de alma, con enfermedades
corporales y con manifiestas calumnias y persecuciones.
El Papa Pío VI
lo separó de su Congregación y al recibir
la noticia dijo estas palabras: “Hace seis meses que hago esta sola oración: Señor, lo que Vos queréis lo quiero yo también”.
Nueve años
después de su muerte, el mismo papa Pío VI le dio el título de Venerable. Fue
beatificado el 1816 por Gregorio XVI. En el año 1871 lo declaró Doctor
universal de la Iglesia Pío IX.
Publicado en Cuenca. 1 de agosto
de 2020 y el 1 de agosto de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año Cristiano y fastos del cristianismo, según el P. Croiset. Madrid. 1846.
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.
-La
casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J.
Madrid. 1961.
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