María Magdalena,
primera testigo de la Resurrección de Cristo
Día 22 de julio, festividad de Santa
María Magdalena.
Explorando el arte que existe en las entrañas de nuestra
Catedral, he hallado un altar dedicado a María Magdalena. Su festividad es el
22 de julio y eso me llevó a estudiar más profundamente esta representación que
no me cuadra mucho con la imagen que de ella da los Evangelios. En San Lucas la
identifica como la pecadora (Lc. 7, 37-50) y en otro pasaje la identifica como
María de Betania, la hermana de Lázaro (Lc.10, 38-42). San Juan la nombra como
una de las mujeres que seguían a Jesús (Jn. 20, 10.18).
Imagen de María Magdalena
Imagen de la Santa en la Catedral de Cuenca
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He podido constatar que también es mencionada en los Evangelios Apócrifos, como discípula distinguida de Jesús de Nazaret.
Otras confesiones también la consideran santa, como la
Iglesia Ortodoxa y la Comunidad Anglicana, celebrando su festividad el 22 de
julio como nosotros.
Este retablo es obra de José Martín de Aldehuela, realizado
en 1777. En la parte central un gran
relieve de madera policromada de María Magdalena preside el retablo, portando
un crucifijo, una calavera, un jarrón y un cilicio.
Según los atributos con lo que se representa desorienta un
poco, sobre todo el cilicio. Veamos su procedencia y la característica que
distingue a esta santa. Su nombre hace referencia a su lugar de procedencia.
Magdala, es una localidad situada en la costa occidental de Tiberíades.
Se tiene referencias qu el primer lugar que se le dio culto
fue en la ciudad de Vézelay en Borgoña desde el año 1030, estando atestiguadas
las peregrinaciones, al sepulcro de María Magdalena desde ese año.
Fue el Papa León IX quien dio permiso para el traslado de las
reliquias de María Magdalena desde su sepulcro en el Oratorio de San Maximino
en Aix en Provence hasta la abadía de Vézelay en 771.
Realmente se puede afirmar que las peregrinaciones se dieron
con mayor certeza al ser descubierto el cuerpo de María Magdalena el 9 de
septiembre de 1279 en Saint Maximin la
Sainte Baume, Provenza por el príncipe de
Salemo, que sería el futuro Rey Carlos II de Nápoles. En ésta ubicación
se construiría un gran monasterio dominico que llegaría a ser uno de los más
importantes de Francia. Las reliquias se depositaron en un sarcófago sufragado
por el papa Clemente VIII, depositándose la cabeza en un relicario aparte. Con
la Revolución Francesa fueron profanadas y en 1814, después de restaurarse el
Monasterio, se sigue venerando en él.
La figura de María Magdalena como penitente, cuadra más con la
imagen que tenemos en nuestra Catedral. Pero hay otra santa llamada, María Egipciaca, santa del siglo V que se le atribuyen estos atributos también.
Según el libro de "La Vida de los Santos" de Jacobo de la Vorágine, esta segunda María se
había dedicado a la prostitución, al igual que la primera, pero ésta se retiró al desierto a espiar sus pecados.
Su representación es con cabellos largos que cubren su cuerpo o envuelta con
carrizos, símbolo de su penitencia en el desierto. Estos atributos, como el
cilicio y el cabello largo, que acompañan a María Magdalena, crea confusión en
ambas Santas.
Ante estos problemas la Iglesia Católica retiró del
calendario litúrgico el apelativo de “penitente”, en el año 1969, atributo que
se le daba a María Magdalena. Así mismo desde esa fecha dejaron de emplearse en
la liturgia de la festividad de María Magdalena la lectura del Evangelio de San
Lucas (Lc. 7, 36-50) acerca de la mujer pecadora.
Benedicto XVI en el 2006 expresó sobre este particular: “La historia
de María Magdala recuerda a todos una verdad fundamental: discípulo de Cristo
es quien, en la experiencia de la debilidad humana, ha tenido la humildad de
pedirle ayuda, ha sido curado por Él, y le ha seguido de cerca, convirtiéndose
en testigo de la potencia de su amor misericordioso, que es más fuerte que el
pecado y la muerte”.
Publicado en Cuenca, 20 de julio de 2018 y 22 de julio de 2024.
©José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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